Por: Juan Manuel López C.
Con tanto escándalo y tanto despliegue al respecto pareciera que hemos abandonado la buena costumbre de no solo analizar el comportamiento de las personas sino también las políticas de los gobiernos. Los Nule y el llamado ‘carrusel de la contratación’ son la punta de un Iceberg, pero no únicamente de la corrupción sino también de los errores de políticas. Y es bueno echar una ojeada a eso también…
Un caso ilustrativo es el de la movilidad en Bogotá.
Desde que apareció el proyecto de Transmilenio se asumió que éste era la respuesta al tráfico de la ciudad y no se volvió a estudiar ni cuál sería el futuro ni cuál la respuesta a él. Mucho menos se pensó en qué pasaría si no se cumplía lo previsto como programa.
Independientemente de si podía ser un sistema bueno o malo, como proyecto fracasó: suponía ser una red integral y con diez años de retraso apenas se está ejecutando una parte de él (la 26), y aún se discute si se debe completar o no lo que fue el diseño inicial (la 7ª); no se chatarizó el parque de buses anterior como previsto; y ni que hablar del problema de las lozas.
Como ´solución´ de trasporte público masivo quedó dormida la opción del Metro –siendo que lo uno no puede remplazar lo otro, y que como respuesta para ciudades grandes no se conoce mejor opción-; y mientras el número de vehículos se triplicaba, no se previó ningún manejo para ampliar la malla vial.
Algo similar sucedió con la red de carreteras nacionales. El gobierno de los ocho años se satisfizo con proclamar un Plan 2500 que subsanaría la falta de conexión regional y respondería a las necesidades de comunicación interna.
También en esto independientemente de la bondad o no del proyecto éste fracasó porque ni en los cuatro años ni en su ampliación al doble se cumplió; pero también el mejor reconocimiento o confirmación de lo insuficiente como política es que se abandonó el aspecto de la interconexión primaria y con el exterior y solo el último año a las carreras se vino a licitar las dobles calzadas (a Girardot, Ruta de Sol, a Villavicencio, etc…).
Año tras año se destacaba que se rompían records en las ventas de automóviles y que el movimiento de mercancías se multiplicaba, pero ante de ese fenómeno solo se presentaba el lado positivo sin acompañar dicho proceso del estudio de los efectos que producía. Así tenemos ahora una circulación de casi tres veces la de hace diez años pero transitando sobre la misma cantidad de vías.
Nos encontramos hoy con un supuesto modelo de globalización en el que la expectativa –o la esperanza- es el incremento de las exportaciones y de las importaciones, pero nunca se planteó la llamada agenda interna para acompañarlo. Aún hoy se sigue apostando a que el futuro depende del TLC sin tener en cuenta que la primera condición para beneficiarse de las pocos beneficios qué éste traería es que haya facilidades para la movilización de ese comercio.
Sufrimos de un ‘enanismo’ e inmediatismo que no nos permite diseñar obras ni siquiera para el mediano plazo (que mejor ejemplo que el aeropuerto ‘Eldorado’ –creo que ya no ‘LuisCarlos Galán’-, que, aún si se lograra terminar bajo este gobierno, ya se considera que será obsoleto o insuficiente para el 2017).
Sería bueno que no nos obsesionáramos tanto o sólo con la ‘corrupción’ y le paráramos bolas también a las políticas y los programas.