
Los expresidentes César Gaviria y Álvaro Uribe Vélez han anunciado una alianza política con el argumento de “salvar al país”. Sin embargo, analistas independientes coinciden en que esta vez la tarea de convencer al electorado será mucho más difícil.
El contexto actual es otro
Las reformas sociales impulsadas por el gobierno de Gustavo Petro han devuelto derechos y beneficios a amplios sectores de la población, derechos que en buena medida fueron recortados o debilitados durante los gobiernos de estos dos viejos exponentes del neoliberalismo.
La tarea de Uribe y Gaviria es titánica.
Tendrán que intentar persuadir a millones de ciudadanos de que es mejor volver al pasado: convencer al soldado raso de que ganar 300 mil pesos es preferible a ganar un millón; al abuelo de que los 80 mil pesos que recibía antes valían más que los 230 mil que hoy le entrega el Estado; al aprendiz del SENA de que un 75% del salario es más justo que el pago completo; al campesino de que es mejor trabajar la tierra ajena que tener la propia; y al obrero de que es preferible que el recargo nocturno empiece a las nueve de la noche y no a las siete, o que el pago dominical sea del 75% en lugar del 100%.
También deberán convencer a los estudiantes de que el programa Ser Pilo Paga era más justo que la gratuidad universitaria, y a las IPS de que es preferible seguir esperando el pago de las EPS antes que recibir directamente los recursos del ADRES.
En síntesis, tendrán que intentar hacer creer que perder derechos es sinónimo de progreso.
A pesar de lo absurdo que pueda parecer, la derecha colombiana ha demostrado una habilidad notable para convencer a amplios sectores de la población de que tener menos es mejor.
Lo han hecho antes, mediante estrategias de miedo, manipulación mediática y el uso de discursos que apelan a la supuesta “estabilidad” y al “orden”.
Han logrado, incluso, que muchos justifiquen la violencia o la corrupción bajo la idea de que “así se mantiene la economía”.
Pero el país de hoy no es el mismo.
Colombia ya no “come entero”. Las reformas sociales, la apertura al debate público y la politización de la ciudadanía han hecho que la gente cuestione, analice y no acepte sin pensar los relatos que antes dominaban los medios.
Gustavo Petro ha logrado que el pueblo reflexione sobre los intereses detrás de cada mensaje y de cada reforma.
El progresismo, sin embargo, no puede dormirse.
La historia demuestra que la manipulación mediática puede lograr retrocesos incluso en sociedades más avanzadas. Basta mirar el ejemplo reciente de la Argentina de Milei, donde millones votaron creyendo que trabajar doce horas es mejor que ocho, o que renunciar a las vacaciones y a los derechos laborales es un acto de libertad.
En Colombia, el desafío es mantener viva la conciencia crítica. Porque si algo ha quedado claro, es que el relato del pasado —ese que defienden Uribe y Gaviria— ya no convence tan fácilmente a un país que aprendió a pensar por sí mismo.
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Fuente: Efraín José Martínez en X





