
En Colombia se viven tiempos decisivos para el rumbo democrático del país. Los actuales debates en torno a las reformas sociales promovidas por el Gobierno del Cambio han desatado una polarización política que no admite ambigüedades ni posturas intermedias.
En este contexto, queda claro que no hay espacio para las medias aguas:
O se está con el avance de las reformas que buscan transformar la estructura social del país o se defiende el statu quo que históricamente ha beneficiado a unos pocos.
Este panorama cobra aún más relevancia en ciudades intermedias como Barrancabermeja, donde la disputa por el poder legislativo se entrelaza con los intereses de clanes políticos, estructuras burocráticas y sectores económicos enquistados.
Por primera vez, el origen geográfico de los candidatos parece pasar a un segundo plano.
Aunque el deseo de muchos es que los representantes de la región sean barranqueños, lo esencial ahora es saber con claridad qué agenda legislativa van a defender desde sus curules.
En juego están reformas estructurales en salud, pensiones, educación y trabajo, todas con el objetivo de reducir las desigualdades históricas. Así, la próxima contienda electoral no será una elección más: será una confrontación frontal entre quienes están con las reformas sociales y quienes buscan frenarlas a toda costa.
En este escenario, diversas fuerzas políticas empiezan a mover sus fichas en Barrancabermeja, algunas con un historial que despierta serias dudas sobre su compromiso con los intereses populares.
El clan político de la actual alcaldía
En primer lugar, el clan político de la actual alcaldía, que encabeza Jonathan Vásquez, ha decidido apostar con fuerza a través de figuras como Laura Ahumada, esposa del mandatario local, y el hijo de Bachiller, contratista seriamente cuestionado por corrupción.
Este grupo basa su estrategia en el poder de las OPS (órdenes de prestación de servicios), que funcionan como moneda de cambio para garantizar votos. Sin embargo, ninguno de estos candidatos ha sido claro sobre su postura frente a las reformas, lo cual representa un grave riesgo: apoyar a figuras sin posición definida es darle margen a la vieja política para seguir operando en la sombra.
El grupo del ministro Palma
En contraste, aparece el grupo del actual ministro de Minas, Edwin Palma, quien sí ha logrado impulsar a barranqueños hacia cargos nacionales. Dentro de esta línea se encuentra la concejala Aleyda Noguera, quien ha manifestado abiertamente su respaldo a las reformas del Gobierno.
Su claridad y compromiso la posicionan como una alternativa seria para representar a las mayorías.
Alfonso Eljach y Erwin Jiménez
Por otra parte, se encuentra el grupo liderado por Alfonso Eljach, exalcalde criticado por dejar obras inconclusas y otras mal ejecutadas. Este clan busca resurgir con el respaldo de figuras como Erwin Jiménez, político tradicional del Clan Jiménez, y el senador Gustavo Moreno, cuya gestión ha sido opaca pero con poder burocrático en instituciones como el SENA y Cafaba.
La falta de una postura clara sobre las reformas por parte de este grupo genera incertidumbre sobre su papel en el próximo Congreso.
El Clan Díaz Mateus
El actual gobernador de Santander, Juvenal Díaz Mateus, representa el ala más conservadora del espectro político. Su rechazo a las reformas sociales es abierto, al igual que su incapacidad para enfrentar la inseguridad departamental.
Pese a su capital político, su falta de generosidad con aliados lo ha debilitado, aunque su experiencia en política tradicional puede hacerle recuperar terreno.
Senadora Gloria Flórez del Pacto Histórico
En el lado opuesto se encuentra la senadora Gloria Flórez, quien sí apoya sin reservas las reformas y mantiene presencia en instituciones como el hospital regional. Su rol podría ser clave para fortalecer una bancada progresista desde la región.
Morgan Egea y Lidio García
También se destaca la figura del presidente del Senado, Lidio García, del ala derechista del Partido Liberal, tradicional enemigo de las reformas, acompañado por su aliado Morgan Egea. Ambos vuelven al ruedo con una maquinaria que ha demostrado capacidad de movilización en la ciudad.
El exalcalde Elkin Bueno
El exalcalde Elkin Bueno, debilitado políticamente, intenta resucitar su carrera aliándose con el Partido de la U y tejiendo acuerdos con alcaldes provinciales.
Representa lo más característico de la politiquería: sin ideología clara, su voto podría fluctuar según sus conveniencias personales, lo que lo convierte en un comodín poco confiable para las reformas.
El Centro Democrátio, Liberal y el Pote
El Centro Democrático, pese a su menguada presencia en Barrancabermeja, sigue representando una base ideológica sólida contra las reformas. Su presencia, aunque no mayoritaria, suma votos claves para una eventual curul en la Cámara.
El Partido Liberal, cada vez más alejado de su ideario progresista, busca revivir con figuras como el exgobernador Richard Aguilar, vinculado al clan Aguilar, junto a los Tavera y los Pinto.
Este grupo, claramente adversario de las reformas sociales, trabajará desde el Congreso para bloquear cualquier avance que beneficie a los sectores más vulnerables.
Por último, casas políticas como la del «Pote» Gómez jugarán su papel según las coaliciones que se armen. Son estructuras que funcionan con pragmatismo puro y cuyas decisiones dependen del cálculo electoral y la conveniencia burocrática.
Análisis final
Según analistas independientes, de las siete curules en la Cámara de Representantes por Santander, tradicionalmente seis han estado bajo control de estructuras consolidadas.
Sin embargo, el impulso popular de las reformas sociales podría cambiar esta dinámica, abriendo la puerta para que nuevas voces lleguen al Congreso. Se prevé que partidos como el Liberal, Conservador, Pacto Histórico, Centro Democrático y Partido Verde obtengan representación, y una séptima curul podría surgir de una coalición de partidos menores.
Lo que resulta evidente es que la contienda en Barrancabermeja estará marcada por una competencia entre la burocracia nacional y la local, algo que no se veía desde hace décadas.
La ciudadanía tiene ahora la responsabilidad histórica de escoger con criterio, de exigir definiciones claras y de respaldar a quienes, sin medias tintas, se comprometan con las reformas sociales que el país necesita.
La representación legislativa de este ciclo debe ser un reflejo de las aspiraciones populares, no un reciclaje de los intereses tradicionales.





