Por: Juan Manuel Lopez C.
No sé cuantas personas comparten el dolor que me da al escribir esto; me temo que son muchas y que, como yo, lo sienten pero no saben cómo expresarlo. Al festival vallenato lo destruyo su propio exito. De las `casitas de bahreque` que desparecieron mucho antes de lo que acabaría siendo el himno del festival, se recorrió mucho trecho hasta llegar a ser el evento mas renombrado de las fiestas nacionales.
Pero igual que el ser humano pierde la ingenuidad de la infancia y aunque gana en experiencia entra en un mundo completamente diferente, la belleza de la tierra y la gente vallenata, el corazón del vallenato tanto en el sentido musical como en el de las personas ya es difícil volverlo a encontrar.
Primero se fue el ‘palo`e mango’ y las parrandas dejaron de ser un evento intimo y una manifestacion de la hospitalidad con los amigos, para convertirse en el símbolo de prestancia para medir quien atraía mas invitados. Por supuesto con la aparición de los grandes patrocinadores, los privados quedaron relegados a un segundo plano y sólo en plan de amistad con los conjuntos musicales, pudieron los locales compartir el espíritu de la parranda.
El escenario se sustituyo por los grandes espacios y finalmente por el gran teatro donde hoy se desarrollan los concursos. Y acorde con el progreso del festival, los invitados tanto de resonancia nacional como internacional, pero ajenos a ese folclor pasaron a ser los grandes protagonistas de los eventos.
Decenas de miles de visitantes caen en estos días a la ‘capital mundial del vallenato’, pero muy pocos saben del Santo Ecce Homo, de la Virgen del Rosario, o del Pilon que dieron lugar y caracterizaron la época autentica del Festival.
En forma simultánea el canto vallenato dejó de ser el del juglar que transmite una anécdota o sus propios sentimientos, y paso a convertirse en el producto de consumo de las emisoras; y la inspiración dio el paso a la producción destinada directamente a la venta más que al mensaje de la canción.
La política también acabo con la paz y las relaciones amistosas en un pueblo aislado y centrado alrededor de los vínculos personales, y las luchas por el poder local y la representación regional crearon un nuevo ambiente, donde las diferencias tomaron más importancia que las afinidades.
Entre la envidia y la ambición se llegó a tener la clase dirigente más cuestionada y mas atacada, a veces justa y a veces injustamente, pero presentando un gran contraste con lo que había sido remanso de armonía y amabilidad.
Murieron la Cacica, el Maestro, y el Ex presidente López, quienes a más de haber sido sus promotores eran prácticamente estandartes que representaban su continuidad.
Los viejos compositores (o los que quedan de ellos) son casi desconocidos para las grandes muchedumbres, que acuden a repetir los temas que oyen en la radio (y no a oír lo que cuenta quien compone).
Y murió Hernandito Molina…
Por supuesto queda algo de festival pero con esto se acaban los últimos recuerdos de aquello de ‘la leyenda vallenata’… sobre todo para quienes ha representado una parte tan importante de nuestra vida.
Y como en el canto ‘ya comienza el festival vinieron a invitarme’ respondo que no puedo ir, pero por lo que dice ese otro verso: ‘solo queda el recuerdo de las cosas queridas’…