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Deponer a Duque es un imperativo moral – Por: Andrés Óliver Ucrós y Licht

Deponer a Duque es un imperativo moral – Por: Andrés Óliver Ucrós y Licht

Hemos perdido toda confianza en las instituciones y me atrevo a decir que cuando ninguna institución funciona de forma humana, desobedecer y recobrar la soberanía es un imperativo moral.


Hace 210 años, don Camilo Torres, prócer de la Independencia, escribió ante los abusos de los funcionarios de la Corona española depuesta por Napoleón, un texto titulado: «Motivos que han obligado al Nuevo Reino de Granada a reasumir los derechos de la soberanía, remover las autoridades del antiguo Gobierno, e instalar la suprema junta bajo la sola dominación, y en nombre de nuestro Soberano Fernando VII, y con independencia del Consejo de Regencia y de cualquiera otra representación» (1810). Lo pueden encontrar en la Biblioteca Nacional de España a través de Google.


Sobre este texto hay que decir dos cosas:


1._ Desobedecer a la autoridad fue una necesidad imperiosa ante los abusos de la administración de la época y la persecución inquisitorial.


2._ La fidelidad jurada a Fernando VII fue un pretexto para poder hacer un país brevemente mejor que España o la totalitaria Francia de Napoleón, lo cual nos demostró la historia.


En 2020, después de Hidroituango , Chirajara, Reficar, Odebrecht, la Ruta del Sol II; del obsequio de Duque de 500.000 millones a los banqueros, del préstamo a Avianca que pagaremos todos los colombianos con la deuda contraída ayer por el presidente de Colombia; de los asesinatos a la población civil (caso de Dilan Cruz, Anderson Arboleda, Javier Ordóñez) por parte de la policía; de los asesinatos a más de un centenar de líderes sociales con la complicidad silenciosa del Estado; de los asesinatos por parte de miembros del Ejército como el caso de Dimar Torres; de policías robando ciudadanos, atisbándolos desde los bancos, del abuso policial, de la poca eficacia (dicen que Rappi tendrá un nuevo eslogan que dice: «llegamos antes que la policía del barrio»); de miembros del Gaula secuestrando comerciantes (el sobrino del generalísimo); de una fiscalía que solo trabaja para hacer política, no para hacer justicia (y ahí tengo lo que queda de mi vehículo desguasado, sin que la fiscal asignada actúe desde febrero, lo que será objeto de mi próxima columna), hemos perdido toda confianza en las instituciones y me atrevo a decir: que cuando ninguna institución funciona de forma humana, desobedecer y recobrar la soberanía es un imperativo moral.  Hay que deponer a Duque y a los traidores de la patria. Camilo Torres nos enseñó eso hace 200 años. ¡Léanlo!


Las instituciones necesitan de un filtro. 


Para diagnosticar psicópatas hay pruebas como la PCL-R de Hare; la Heider and Simmel y la prueba de cariotipo humano que detecta la trisomía en lo que debe ser el cuarto par de cromosomas (en alguien normal); seres con trastorno disocial, monstruos con ausencia de empatía y sociopatía.


Podemos tener cualquier modelo económico: capitalista, capitalista salvaje, socialista, comunista (que va más allá del modelo y nunca se ha dado); haber leído a Smith, a Keynes, a Marx, a Piketty y hacer la revolución que sea, pero si los psicópatas siguen manejando a su antojo las instituciones, estamos jodidos. Debemos filtrar el ingreso al Congreso, a la Policía, al Ejército, a la Fiscalía, al Gobierno…


Recobrar la soberanía no nos convertirá en socialistas. Estados Unidos e Inglaterra lograron frenar los abusos de Hitler. Eso no los convirtió en socialistas ni comunistas, ni totalitaristas. Ojo, lectores. La situación que demanda el país no es un viraje hacia la extrema izquierda. Es un viraje hacia un país decente, hacia los derechos humanos, que tampoco pueden ser una excusa para perpetrar abusos por parte de ningún grupo armado con el derecho de guerra (lus in bello).


Las manifestaciones del 9 de septiembre.


Es impresionante y de celebrar, ver ancianos salir masivamente a marchar contra los abusos policiales; fue impresionante ver las personas organizadas, con tapabocas, guantes respetando las medidas de bioseguridad, dejando más de un metro de distancia entre sí, en perfecta sincronía tomándose las calles. Estamos despertando como un país de seres humanos, sentipensantes, ¡por fin! Protestar ante el abuso institucional y querer cambiar las cosas demuestra que somos humanos.


El no hacerlo sería demostrar lo contrario. La policía no puede seguir escudándose en argumentos tan débiles como que son una institución antigua o que son casos aislados. La soberanía reside en el pueblo, dice la Constitución, y así como la hemos dado, podemos retirarla en cualquier momento. Lo mismo para la Fiscalía, para la justicia y para el ejercicio del Gobierno.


Repudiamos el asesinato de siete personas en Bogotá. La policía según publicación de Las2Orillas del 9 de septiembre, ha asesinado más de seiscientos colombianos en los últimos tres años. Esto solo pasa en Colombia. Vandalizar los CAI no es proporcional ni comparable con quitar la vida a un ser humano.


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