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“A Diomedes le daba miedo ver los muertos, nunca fue a un velorio”: Joaco Guillén

“A Diomedes le daba miedo ver los muertos, nunca fue a un velorio”: Joaco GuillénPor: Pedro Severiche

 

Corría el viernes 22 de diciembre de 2017, cuando a las 6 y 15 de la mañana logramos con Alfonso “El Pocho” Molina y Marlon Davidson, desde Enlace Radio 6:00 AM el contacto telefónico con el amigo entrañable de Diomedes Díaz, Joaquín Guillén, el Joaco Guillén que siempre estuvo ahí, ahí, al lado del Cacique. Dos años después de esa entrevista, he decidido transcribir la misma en los siguientes términos:

 

 

La humildad

 

Yo recuerdo a Diomedes como el hombre humilde. El hombre al que nunca se le salió de la mente lo que él vivió: su pobreza y su humildad. Entre más grande era, entre más crecía, más humilde era Diomedes. La humildad era su lema.

 

 

Los miedos

 

Mi compadre Diomedes les tenía miedo a tres cosas en la vida: le tenía miedo a una clínica; le tenía miedo a la cárcel (porque él respetaba mucho a las autoridades) y les tenía mucho miedo a los velorios. Yo creo que Diomedes nunca dio un pésame porque a él le daba miedo ver los muertos. Y vea que los tres casos los padeció: la cárcel, las clínicas y luego la muerte.

 

 

La cárcel

 

Cuando supe que había caído preso, me fui para la cárcel y le di mucho ánimo. Y cuando se voló lo tuve tres años en mi finquita que se llama La Voluntad y que está por la región de él, por la vía a Badillo. Ahí en el Alto de la Vuelta está mi finquita.

 

Al principio me lo llevé a la de él; pero allá no sé quién tiró el dato a las autoridades y me informaron que le iban a hacer un operativo y me lo traje a la medianoche, a las 12 de la noche.

 

Yo le dije, véngase para acá para la finca mía compadrito, porque le van a caer y lo van a capturar, y él me hizo caso. Ahí lo mantuve tres años escondido. Ahí compuso su canción El Perdón.

 

 

La experiencia

 

Experiencias Vividas es una canción que me sacó a mí.

 

Resulta que cuando cayó a la cárcel, también la cayó la enfermedad llamada Guillén Barré. A él los trabajadores, los músicos y mucha gente lo demandaban en la Oficina del Trabajo. Y se le fueron retirando los amigos.

 

Yo quedé ahí pendiente de él, pendiente de sus cosas. Es ahí cuando saca esa canción, Experiencias Vividas, donde dice que les enseñó a comer carne para que no comieran paja, pero que al final de la jornada se lo tragaron a él.

 

En ese tiempo Diomedes tenía la casa por cárcel y estaban grabando esa canción. Yo ese disco lo escogí todo. Grabó con Franco Argüelles. Le dieron permiso para que cantara el disco, pero en su domicilio.

 

Sin embargo, era muy difícil la acústica de su casa. ¿Y qué hicimos? Yo hice toda la maqueta del disco y cuando ya había que ponerle la voz, un coronel de la Policía (que le cayó muy bien el Cacique), nos ayudó a sacarlo en una patrulla y así lo llevábamos allá al Estudio y él cantaba sus canciones.

 

 

Era indio

 

Yo nunca a Diomedes le pedí un saludo, porque una vez que le dije:

 

Compadre, si me va a echar un saludo dígame así…

 

Y me respondió:

 

Compadre, ¿el saludo lo va echá usté o lo voy a echá yo?

 

Era indio. Diomedes era indio.

 

 

La merienda

 

Diomedes tenía una deuda de gratitud conmigo, porque cuando lo mandaron de su casa a estudiar a Valledupar, él no tenía los medios. Llegó donde la señora Rita, comadre de la señora Elvira, su mamá, quien se ganaba la vida haciendo mochilas de fique mientras su padre era jornalero.

 

Estudiábamos en el mismo colegio, pero yo no estaba en su curso. Mi hermano sí. Era difícil que él llevara su meriendita al colegio. Yo también era pobre, pero mis padres tenían para la merienda mía todos los días.

 

Nos hicimos amigos por intermedio de mi hermano. Una vez que salí a Las Colmenitas que están en el patio del colegio a comprar mi empanada y mi gaseosa lo ví a él mirando lejos. No tenía con qué comprar su merienda.

 

A mí eso me llamó la atención. Llegué hasta el sardinel donde estaba sentado y le dije que compartiéramos la empanada y la gaseosa. De ahí quedó que todos los días, yo compartía mi merienda con él. Y desde entonces siempre estuve ahí, ahí, ahí…

 

 

La novela

 

Muchas veces estuvimos en Barrancabermeja con Diomedes. A él lo querían mucho donde llegaba. Lo que pasa es que, con la novela, la gente del interior conoció muchas cosas de Diomedes, cuando ya él era famoso. A algunos no les caía bien, porque Diomedes decía muchas cosas. Pero ya cuando vieron la novela, cuando vieron cómo se levantó él vendiendo limoncitos para ayudar a sus hermanitos, vendiendo mango, todas esas cosas, ya se dieron cuenta y le cogieron un cariño y ahora la gente lo quiere más. Él era el mayor de los hermanos, fueron diez hermanos.

 

 

Juancho y Colacho

 

El que le dio estatus y le dio grandeza a mi compadrito fue Colacho Mendoza.

 

Juancho Rois comercialmente fue el mejor, porque él impuso otro estilo. Colacho en cambio tenía muchas relaciones con Rafael Escalona, muchas relaciones en Bogotá, muchas relaciones en Valledupar: era el amigo de los clubes. Eso de entrar a tocar a un club era muy importante, pero muy difícil. Y eso fue lo que hizo Colacho con él, abrir esas puertas.

 

Pero ya comercialmente, económicamente, fue Juancho Rois quien le dio más, porque era un señor acordeonero.

 

El disco que más se vendió fue Título de Amor y con el que a Diomedes le dieron más dinero. En ese tiempo le dieron a mi compadre mil millones de pesos, que eso era mucha plata.

 

Se fue Iván y llegó Alvarito

 

Cuando a Diomedes se le retira Iván Zuleta, yo estaba en Barranquilla. Lo llamo y le digo:

 

-Compadre, Iván Zuleta se fue de la agrupación, oyó…

 

Y me responde:

 

-No sabía

 

Al rato me llama y me dice:

 

– Compadre es verdá

 

Cuando Diomedes cambiaba de acordeonero, no lo hacía sin que yo le diera el visto bueno. Yo le digo entonces que hay tres acordeoneros, para que escogiera. Estaba Omar Geles, Alvarito López que estaba libre, y Luchito Daza, que es un muchacho nuevo.

 

-Listo compadrito, deme diez minutos, y ya le digo a cuál escojo- me dijo.

 

A los 20 minutos me volvió a llamar y me dijo:

 

-Bueno compadre: Luchito Daza, si usted me lo recomienda es porque es bueno, pero yo no lo conozco. Omar Geles yo no creo que después de ser coronel vaya a pasar a ser policía. Yo si voy a hacer una unión es donde yo soy el que hablo. Él ya tiene su agrupación grande y yo no creo que vaya a bajarse ser acordeonero mío. No quiero hacer un disco y que esa unión se acabe muy rápido.

 

Y terminó diciéndome:

 

-Y como ya yo conozco a Alvarito López, y como soy agradecido con los hermanos López, que junto a Freddy Peralta me dieron la oportunidad de subir a una tarima a cantar, entonces yo escojo a Álvaro López.

 

Y con Álvaro López tocó hasta el día de su muerte, a la que tanto miedo le tuvo.

 

 

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