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¿Para qué sirve un bolillo?

juanmaloPor: Juan Manuel López C

 

Bastante ilustrativo de lo poco que interesa producir información al público por parte de quienes manejan o usan los medios de comunicación, es el escándalo que han creado alrededor del caso del ‘bolillo Gómez’.

 

Hasta el momento quien fue la llamada ‘víctima’ no ha dado una declaración, ni siquiera ha aparecido o se sabe quién es; tampoco se sabe que fue lo que sucedió, o que motivó la que califican de ‘golpiza’; ni nada han averiguado o por lo menos divulgado respecto al estado en que pudo quedar o el mal que se le causó.

 

Con el mensaje de que un hombre le pegó a una mujer se ha despertado toda la polémica acumulada sobre el machismo, el feminismo, el abuso sexual, etc., es decir toda la historia de las relaciones de género en la humanidad.

 

Lo cual no estaría malo, y, por el contrario, tiene que ser conveniente no solo para adelantar conclusiones que permitan corregir lo que pueda estar errado de ellas, sino como una catarsis social, como un tratamiento en el cual se saca a relucir ese problema y por medio de una especie de terapia expresionista se comience a remediar.

 

Y por supuesto no está en discusión lo indeseable –y todos los calificativos que se le deseen anexar- del hecho reprobable de que se asuma que el hombre tiene derecho a ‘castigar’ como parte del vínculo de la pareja, golpeando a la mujer: ni la noción de ‘castigo’ por decisión unilateral y sin juicio o razón valedera debería aceptarse, ni el uso de la violencia por la superioridad física que tiene se puede legitimar.

 

Pero lo que se ha vivido es una explotación mediática de un evento que, en sí, no se sabe que peso debería tener, puesto que prácticamente nada se conoce al respecto.

 

Sin estar  favor o en contra de las diferentes partes que polemizan, lo que es claro es que tienen razón quienes sostienen que al bolillo lo están ‘crucificando’ por cuenta de temas que trascienden a su caso personal.

 

Por supuesto que se sabe –o se deduce- que no fue una situación de defensa propia en la cual hubiera sido atacado, y que tampoco fue una relación sado-masoquista pactada; pero para el nivel de información suministrada igual podría serlo.

 

Que sea castigado por su señora o deba ser expulsado de la selección, son posiciones que toman quienes quieren expresar sus motivaciones profundas, para los cuales ese caso es solo un pretexto, y por eso para ellos son irrelevante los datos concretos  sobre los hechos mismos.

 

Por eso podría ser también interesante – y puede que tanto o de más importancia que sus relaciones familiares o su futuro en la selección- el usarlo como caso estudio de hasta dónde se crean en los medios escenarios virtuales, no solo en el sentido de que giran alrededor de hechos no concretados, sino que se involucran y desarrollan temáticas o posiciones completamente independientes de lo que acaba apareciendo.

 

La cantidad de titulares y de editoriales o columnas de opinión producidas, y el paralelismo con la falta de investigación para enterar al público y permitirle pensar por cuenta propia, muestra hasta dónde llega el poder de los medios, pero aún más cómo es en función del rating y a través del escándalo que se mueven los ‘comunicadores’.

 

Lo que aquí se plantea no toma posición respecto a la violencia de género, ni a la selección Colombia, sino al funcionamiento de los medios de comunicación, que tomaron al bolillo para el habitual uso de sobredimensionar noticias –o crearlas- promoviendo rating alrededor de escándalos.

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