Inicio Pedro Severiche Alberto Salcedo Ramos y «La Eterna Parranda»

Alberto Salcedo Ramos y «La Eterna Parranda»

pedroBreve crónica sobre un cronista
Por: Pedro Severiche Acosta
 
Era la segunda vez que lo trataba, pero en esta oportunidad mi interés era mayor que en aquella ocasión en que mi único propósito era hablar sobre la vida de Pambelé, el boxeador a quien lo noqueó la vida pero que aún se sigue dando trompadas con ella. Me refiero, para ir contextualizando como dicen ahora, al mejor cronista de Colombia, Alberto Salcedo Ramos, un barranquillero nacido en el 63, que acaba de publicar su última obra, «La Eterna Parranda», libro de crónicas, 27 para ser exactos. La crónica sobre Diomedes Díaz puede decirse es la más gruesa y jugosa de este trabajo que fue lanzado primero en Barrancabermeja y luego en la reciente Feria del Libro de Bogotá. ¡Qué lujos nos damos aquí!

El mejor.
Sobre si es el mejor cronista de estos lares y sobre Diomedes iniciamos nuestro dialogo, antes de entrar a su taller sobre crónica dictado recientemente en la refinería de Barrancabermeja bajo el auspicio de Ecopetrol (empresa que abrió un concurso de crónica sobre el complejo industrial de este puerto con motivo de sus 60 años de existencia).

Ya en confianza, le pregunto al escritor costeño (exclusivo de le revista SOHO) si se cree ser el mejor cronista del patio. «Eso dicen por ahí, aunque algunos se hacen los miopes», responde. Y yo le añado como Diomedes: «Yo no sé si sea el primero, pero el segundo no soy». Y Ramos remata con otra sentencia del cantautor vallenato: «No es que el zorro sea atrevido sino que las gallinas se van lejos».

Para celebrar el apunte anterior nos despachamos un par de tintos, de esos finos que saben servir en el club Miramar, para gente igual, gente fina.
 
Rajando del prójimo.
Aparece entonces la periodista Liliana de Ecopetrol, encargada de atender al escritor y menciona (no recuerdo por qué) al recién fallecido David Sánchez Juliao.

«Ese era un engreído del putas», sentencia Salcedo Ramos, pero aclara: «Era todo un maestro». Salcedo nos cuenta anécdotas sobre Sánchez Juliao y sólo apunto en esta nota la siguiente:

«Ese carajo solía llegar a los aeropuertos y hacia que lo anunciaran altavoces preguntando si el escritor David Sánchez Juliao se hallaba en sala de espera. No jodaaaaaaaa».
 
El taller.
Ecopetrol dividió en dos jornadas, viernes y sábado, la capacitación con Salcedo Ramos. A mí me correspondió, con un buen número de periodistas, el día sábado. Para orgullo nuestro, el escritor dijo que con la gente del sábado le había ido mejor que con la gente del viernes. Tan bien le iría que incluso una colega nuestra se ofreció para irse a vivir con él a Bogotá, a lavarle y plancharle la ropa, para ver si por osmosis aprendía a ser cronista. Vaya despropósito literario el de esa dama imprudente. «Sentí vergüenza ajena», suelen decir por ahí.

Además de tomar apuntes, Salcedo, el cronista, es bueno para tomar tinto. Cada apunte suyo va acompañado de un pocillo de tinto y no propiamente amargo como lo toma Serpa (el Gobernador), también en exceso. Creo que abusa del azúcar, como buen costeño. «Yo no me amargo la vida», explica y de un sorbo se despacha el granulado.
 
Le importa un carajo.
Noto en Salcedo, a lo largo de su charla, que tiene una facilidad para responder prontamente preguntas estúpidas. «Es bueno o malo escribir por encargo», le pregunto yo en un afán de sobresalir en el grupo.
 
— Yo no creo que sea malo porque me pagan muy bien —, responde tajante.
 
«Yo soy el único pendejo que escribo por encargo y gratis», pienso para mis adentros. Algunos trabajadores de la petrolera, hacen parte del taller en comento. Varios de ellos se confundieron de taller, pienso yo, porque sus preguntas al cronista eran unas señoras tuercas llenas de grasa.

— ¿A usted si le entienden por fuera de Colombia lo que escribe? —, le preguntó uno de ellos de cachetes rosados que lo dejaban al descubierto que había venido de lejos a quitarle el puesto a algún profesional de Barrancabermeja.

— Claro que sí —, le respondió el cronista sin inmutarse.

Yo le habría respondido: «¡Pues claro que sí, maricón de mierda!»

Luego de varias horas de pasearnos Salcedo Ramos por las páginas de su «Eterna Parranda», el taller concluyó con los consabidos aplausos y las fotos para el recuerdo.

En el camino a casa, hojeando y ojeando el libro de Salcedo encontré la frase precisa para responderle al hombre de la tuerca grasosa: «Te voy a zampar una patada tan fuerte que vas a pasar hambre en el aire».

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
 

NOTA:   Pedro Severiche Acosta es un periodista y columnista que usted puede localizar en el celular 320-802-7956 o en el correo electrónico: [email protected]        

Comments

comments