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Cóncavo y Convexo

Sample ImagePor: Jorge H. Silva Besil

La verdad siempre tiene muchos matices, conforme hay personas en el mundo. Para un  hombre viejo, la verdad es el tiempo; para un científico, que todo es relativo, para un abogado será lo determinado en el proceso, y para un hombre joven que la vida continua. Sin embargo, y al margen de discusiones epistemológicas de porte filosófico, que bien son necesarias de mantener en esta sociedad moderna, se hace necesario reflexionar sobre un derecho fundamental, que todos los días se revive en nuestro imaginario colectivo, pero que con el paso del tiempo comienza por su exceso a variar, mutar y convertirse en todo lo contrario al deber ser que se estableció en el momento de llegar a la categoría especial de derecho. La libertad de expresión. Al margen de consideración legales, que abundan en la jurisprudencia nacional, se hace imperativo, concretar resultados sociológicos y sicológicos en la sociedad, sobre la forma y repercusión del mismo derecho, en estudios mas dirigidos al comportamiento humano, que a la definición de la misma libertad individual.

En efecto, abundante material jurisprudencial emana de la Honorable Corte Constitucional, desde luego desde la posición jurídica de los limites, obligaciones y derechos de la libertad de expresión, pero nunca sobre el impacto de la comunicación en la comunidad. En la sociedad de las redes sociales, telefonía celular y la revolución en telecomunicaciones del siglo XXI, el individuo es prisionero de su propia soledad, convive y se comunica, pero no reconoce la verdad, es ignorante de su entorno y convive con la intriga, el rumor, las diatribas y la información parcializada. Esta situación necesariamente necesita la formulación de un problema que sintetice el deber ser de la comunicación: ¿Cual debe ser el límite para continuar abarrotando a la sociedad de información, sin estar esta, debidamente preparada para asumir las consecuencias de la misma?

La respuesta para este problema desde luego no se puede formular desde una columna de opinión; pero si hubiera sido muy interesante, lejos de criticar la iniciativa del gobierno Venezolano, que se hubiere dejado continuar por las cuatro semanas que había indicado un tribunal local de caracas, para prohibir a la prensa local, difundir imágenes violentas, sangrientas o grotescas, con el animo de "proteger" a los menores y la colectividad en general.

Esta situación, que luego fue revocada por el alto Tribunal de Justicia Venezolano, se hubiera podido aprovechar para estudiar cuales son los efectos de una comunicación sin apelar a las imágenes violentas, lo cual es una reflexión valida en una sociedad que solo transmite odio en cualquiera de sus formas, que presenta a  la justicia como un acto de venganza, y pretende acomodar a  la violencia como un extra de mayor conmoción, solo con el animo de captar la audiencia.

En Colombia si que se hace necesario comenzar a estudiar los efectos de las imágenes violentas en los medios de comunicación, como quiera que también ha hecho carrera en nuestros círculos mediáticos, captar al público con la presentación de imágenes sangrientas y desproporcionadas, que bajo el sofisma de la libertad de prensa y de expresión, siguen alienando a nuestra población.

No se trata de desconocer la realidad nacional, o de ocultar un fenómeno social que crece en proporciones geométricas, sino de estudiar los efectos de esta información sin censura, en aquellos grupos sociales, donde en sus concientes colectivos quedan las imágenes de actos viles, como una consideración mas de la vida.

 

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