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Su palabra no vale un peso, señor Gaviria – Por: Federico Gómez Lara

Asistimos hoy a un nuevo capítulo de la misma novela: César Gaviria haciéndose el indignado y usando los votos de “sus congresistas” para extorsionar a los presidentes.

Su palabra no vale un peso, señor Gaviria – Por: Federico Gómez Lara

Mis oídos y los de los vecinos de mi edificio aún no se recuperan del impacto al que fueron sometidos hace apenas un par de semanas.

En un acto de irresponsabilidad que desatendía las recomendaciones de mi otorrinolaringólogo, prendí el computador, me dejé llevar por el morbo y me senté a oír con atención, por algo más de una hora y media, los alaridos del expresidente César Gaviria, completamente salido de la ropa, fijando la posición oficial de su partido frente a la reforma tributaria.

Cualquier espectador desprevenido que desconozca el proceder del ex mandatario “liberal” seguramente hubiera pensado, en medio de semejante gritería, “hombre, qué buen líder político.

Qué tipo tan firme, tan parado y tan sintonizado con la realidad nacional. El Partido Liberal está del lado del pueblo”.

Pero hay que ser, y me perdonan la expresión, demasiado pendejo para tragarse así no más la puesta en escena clientelista del sepulturero del liberalismo.

Procedo a parafrasear algunas de las expresiones musitadas ese día por el expresidente:

“Este partido no va a votar la tributaria. Y no solo está de Carrasquilla, sino ninguna”; “en Colombia resolvieron que una tributaria es la solución en plena pandemia.

Eso va en contra de lo que dicen todos los expertos y las revistas económicas en el mundo”; “no nos vamos a sentar con el Gobierno a discutir una reforma de ninguna índole.

Y punto”; “hay una operación gigantesca de mermelada.

Pero a mis parlamentarios no los van a comprar con mermelada”; “el liberal que vote cualquier intento de tributaria del Gobierno se queda sin aval.

Y punto”; “estoy seguro de que los congresistas van a acatar mis órdenes. Imposible que se me vayan a voltear”.

Confieso que quedé profundamente impactado cuando hace un par de días abrí El Espectador y me encontré con un titular que decía:

“César Gaviria ahora dice sí a reforma tributaria: ‘No me atravesaré. Votaremos la propuesta del Gobierno’”.

No podía creer que tanto descaro cupiera en el cuerpo de un solo ser humano. Luego, a los pocos minutos, entré en razón y recordé de quién estamos hablando.

Al final de cuentas, se trata del hombre que se hizo elegir con las banderas de Galán para, al poco tiempo, abolir la extradición en la Constitución y encerrar a Pablo Escobar en un club privado; del mismo que vetó a Viviane Morales de la consulta liberal por sus convicciones religiosas y luego puso como cabeza de lista al Concejo a la hija de unos pastores cristianos fanáticos; de aquel que se paró en una tribuna a gritar “Uribe mentiroso”, para después sentarse a manteles con él a pactar la repartija de puestos; de ese que dejó solo a Humberto de Calle para ir corriendo al día siguiente a apoyar, en nombre del Partido Liberal, al candidato que prometía hacer trizas el Acuerdo de Paz.

El director eterno. Ese mismo que, rodeado obras de arte impagables, maneja desde su apartamento el Partido Liberal como si fuera una tienda familiar.

Asistimos hoy a un nuevo capítulo de la misma novela: César Gaviria haciéndose el indignado y usando los votos de “sus congresistas” para extorsionar a los presidentes.

¡Qué vergüenza, Gaviria! Y sí, ¡qué cobardes los parlamentarios liberales!


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