La novela de Lemaitre aborda con crudeza el maltrato laboral y el drama del desempleo a cuya solución debemos anticiparnos al fin de la pandemia
Hace ya 10 años que el escritor francés de novela negra, Pierre Lemaitre, publicó el relato cuyo nombre da título a esta columna. Leerlo es un verdadero placer, quizás por el terror que causa. Es de esos libros que no te suelta esperando un desenlace que apenas se conoce en el punto final.
En esta novela con apabullante narración, llena de giros inesperados, Lemaitre convierte en novela de suspenso el gran drama social de nuestros días: el desempleo y la precariedad laboral.
Siete años después, el libro se convirtió en una miniserie que hace poco Netflix incluyó en su oferta de producciones. Y aunque suele suceder que el libro es mejor que la serie, los seis capítulos que la componen tienen un nivel de intriga mayor. Les recomiendo leer el libro y ver la serie.
El desempleo es de esos momentos de la vida que nadie quiere vivir, es como un virus que invade la esfera personal, la familiar y la social. Y en estos días de recesión y confinamiento, lo que ya era el lío diario de millones, se ha extendido mucho más. Todos, los que vivimos de vender la fuerza de trabajo, estamos expuestos a padecerlo. Millones de personas han perdido el empleo y encontrar otro no será nada fácil.
Los malos de esta novela son bastante crueles. El capitalismo que no para de acumular y tiene a los trabajadores por material desechable y las grandes corporaciones empresariales, vacías de ética, capaces incluso de exigir de sus directivos cometer crímenes y violencias para obtener un ascenso o para ser seleccionados en un cargo, como ocurrió en el hecho real, condenado por tribunales franceses y que es el centro de la trama de Recursos Inhumanos.
Y la víctima es un ejecutivo, Alain Delambre, de 57 años, ex jefe de recursos humanos de una pequeña empresa que pierde el empleo y se vende al diablo para conseguir uno nuevo. Le miente a su familia, o se entrena en el manejo de armas de fuego para participar en el juego de roles macabro.
Monsieur Delambre pasó de ser un empleado formal, a tener un par de trabajos precarios, mal remunerados y con maltrato patronal. Como son la mayoría de los empleos hoy en el mundo. “Me llamo Alain Delambre y tengo cincuenta y siete años. Soy un directivo en paro”.
La novela relata con crudeza el maltrato laboral como práctica cotidiana y masiva. La discriminación, la inmoralidad como principio empresarial. Los métodos esclavistas usados en procesos de selección del personal y la presión para maximizar la productividad en los centros de trabajo.
También tiene personajes poderosos como Charles, el amigo inseparable de Alain. Alguien que no tiene nada pero que lo da todo. Creo que eso no puedo dejar de mencionarlo. El de la frase: “Si quieres destruir a un hombre, dale lo que más desea”.
El desempleo desemboca en desesperanza en miedo, impotencia e ira contra una sociedad que te margina. Es el caldo de cultivo para el populismo de derecha. Por eso vale la pena reflexionar porqué la clase trabajadora vota por Trump en Estados Unidos o por Le Pen en Francia. Esos electores sintieron que se necesitaba más que discursos y programas, más que partidos tradicionales. Que se necesitaban acciones concretas para generar empleo, acabar con el problema del ingreso y así, mejorar la calidad de vida de la población. Así ninguna de las acciones prometidas se cumpla.
Colombia está viendo desaparecer millones de empleos buenos, malos y precarios. Cuando volvamos todos a la calle, cuando volvamos a cierta normalidad, la pandemia no sea la urgencia y termine, al fin, el programa diario de Duque en TV, enfrentaremos esa realidad laboral y sufriremos en carne propia la propuesta del poder y se reduzcan aún más los ingresos de los trabajadores, para, según ellos, no hundir más, el frágil tejido empresarial del país. No sé cómo, sin ingresos, puede haber reactivación. ¿Para qué días sin IVA sin prima de junio? Es una extraña fórmula ideológica que nos proponen los tradicionales tecnócratas neoliberales.
Hay otras opciones, en España los Expedientes de Regulación Temporal del Empleo, subsidiados por el Estado, obligan a mantener el empleo protegido al menos hasta diciembre de este año. Prohíben el despido hasta por 6 meses después del retorno a la normalidad. En Colombia no se piensa invertir un peso en proteger el empleo formal o permitir el acceso a derechos humanos básicos a los informales. Clara muestra de inhumanidad empresarial y gubernamental y de miopía política.
El año pasado escribí en mi blog lo que significa vivir el drama de ser despedido sin justa causa de Ecopetrol. Lo relaté después de hablar con decenas de trabajadores despedidos víctimas del privilegio que los empresarios tienen de despedir sin justa causa. Por eso, contrario a lo que piensan algunos abogados de empresas, la estabilidad laboral, siempre debe ser una reivindicación de los trabajadores, sindicalizados o no. Mientras los abogados de empresas sostienen esta teoría, en 2017 la Corte Interamericana de Derechos Humanos protegió el derecho a la estabilidad laboral. No podemos bajar esa bandera.
Tenemos que desde ya anticiparnos. Cómo vamos a restablecer el empleo. Cómo vamos a reactivar la economía una vez pase la pandemia. No es empobreciendo a los trabajadores. No es acabando la capacidad de consumo. Requerimos más debates sobre esto. Requerimos aplicar las recomendaciones y las normas internacionales del trabajo. Abordar un problema local, pero siempre pensando que el problema es mundial. Porque tal y como lo enseña Recursos Inhumanos, el desempleo genera violencia y no queremos ni necesitamos más violencia.
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