De nuevo muertes absurdas: un joven artista antioqueño y una adolescente caribeña sacrificados por unos proyectiles erráticos disparados el uno en un intercambio de balas durante una confrontación con delincuentes y el otro de autoría desconocida.
Marchas y medios, nos unimos como plañideras para mostrar indignación en una manifestación de condolencia tan sentida como inútil para resolver la desgracia repetida por décadas.
El fondo del problema está determinado por varios elementos de nuestra cultura forjada por el machismo, la historia de conflicto social con decenas de miles de armas ilegales en manos de delincuentes y de personas consideradas “de bien”, también por la ignorancia, por la debilidad institucional en especial de la justicia, y por el espíritu feudal predominante en la dirección del Estado.
Contrasta el repudio por estas muertes de inocentes con la propuesta de armar a civiles bajo consideraciones que se argumentan desde la auto defensa pero que soslayan intereses de ciudadanos que ejercen actividades económicas por fuera de la banca, haciendo transacciones millonarias en efectivo, y que desconfiando de las autoridades policiales y buscando esconder sus dineros y activos del ojo de la DIAN , creen que desde la posesión de armas de corto y de largo alcance, la seguridad aparente de la defensa de sus bienes, estará resguardada.
Esta visión y percepción cuenta, para infortunio de la sociedad, con una coyuntura de gran poder político que se expresa en las acciones del Estado y en muchas de las actividades que confunden o inmovilizan a las mayorías.
Los esfuerzos por desconocer el conflicto social y su origen en la posesión de las tierras productivas mediante la violencia, con el objetivo de hacer “trizas” el acuerdo de paz y sus efectos de progreso social, nos devuelven a las imágenes de muertos inocentes, ejecuciones extrajudiciales, a la guerra con sus imágenes de soldados, armas y cadáveres y civiles con pistolones al cinto.
Si quien ejecuta un violín es un violinista, el que carga una pistola es un pistolero, a menos que sea militar o policía. Al estilo de Maduro, arman a los civiles.
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