En vísperas de diciembre vuelven a colación los manidos temas de siempre, relativos a las vacaciones, los viajes, el tráfico en las carreteras, la congestión de los aeropuertos, la escasez de vuelos, el precio de los tiquetes, etcétera. Y, como muchas otras veces, vuelve y me da mal genio pensar en lo abusivas que son las aerolíneas con los pasajeros que por esta época se movilizan masivamente; no sólo por los precios, sino por la cantidad de restricciones y condiciones con las cuales parecieran quererlo disuadir a uno de viajar.
Cuando uno se retrasa un par de minutos las aerolíneas no lo dejan registrarse siquiera. "Qué pena, señor, el vuelo ya está cerrado", le dicen muy tranquilamente. Y con una terquedad peor que la de Uribe se niegan a cualquier posibilidad de diálogo. No hay poder humano que los haga mover de ahí. No oyen razones. Si uno está de buenas, le ofrecen la posibilidad de viajar en un próximo vuelo, pero con un abultado recargo por la diferencia de tarifa y la correspondiente multa de castigo por no haber viajado según la reserva original.
En cambio, cuando son las aerolíneas las que incumplen (para no hablar de los vuelos que cancelan) creen que, después de seis horas de espera, todo queda solucionado con una disculpa dada a través de un megáfono sin pila y un bono para una hamburguesa con gaseosa. El pretexto puede ser el aeropuerto, el clima, un problema técnico; lo que sea. No es su culpa. Pero los pasajeros no tenemos derecho a retrasarnos por el tráfico en la ciudad, ni por el clima, ni menos aun por un problema técnico.
Y qué decir del asunto de los equipajes. Cuando uno se pasa por uno o dos kilos, le cobran multas que suelen empezar en los cincuenta dólares; pero cuando no lleva equipaje nunca le hacen descuentos, ni le dan upgrades de cortesía: nada de nada. Si uno tiene derecho a 20 kilos por viaje y no los usa la aerolínea se beneficia, porque eso le permite cargar las maletas de otros pasajeros, por lo cual recibe jugosos ingresos. De modo que sería lógico que uno recibiera algún beneficio por viajar sin valija. Las aerolíneas deberían abonarle a uno los kilos que no lleva o cambiárselos por millas. Sería una buena forma de motivar a la gente para que viajara con menos cosas, lo que ahorraría tiempo en el abordaje y combustible en el viaje, ya que los aviones volarían más livianos.
Otro tema que resulta antipático es el de los impuestos. Y aunque no es un problema ocasionado por las aerolíneas, sí es frustrante descubrir que unas tarifas que parecían como caídas del cielo, a la hora de incluir los impuestos resultan mucho menos atractivas. Por eso me gusta que ahora varias aerolíneas estén incluyendo el valor del tiquete con todos los perendengues; así uno sabe a qué atenerse.