Inicio Ed. Medio Mag Carolina Corcho: De la debilidad aparente a la fuerza transformadora del progresismo

Carolina Corcho: De la debilidad aparente a la fuerza transformadora del progresismo

Lo que parecía una debilidad —la falta de respaldo de las viejas mayorías— se revela ahora como la fuerza renovadora de un proyecto político que se niega a morir y que apuesta, con audacia, por el futuro.

En la política, a menudo lo que parece una debilidad encierra en su seno una poderosa semilla de transformación. Así ocurre con Carolina Corcho, figura que hoy enfrenta el distanciamiento de las mayorías parlamentarias del Pacto Histórico, no por falta de convicción, sino precisamente porque decidió forzar un proceso de apertura que pocos se atrevieron a imaginar: la consulta que permitió el florecimiento de nuevos liderazgos de izquierda en todo el país. 

Su aparente aislamiento no es un signo de debilidad, sino la evidencia de un cambio profundo en la estructura del progresismo colombiano.

Adiós al lapicero 

Las mayorías tradicionales, aquellas que “querían el lapicero” —es decir, el control sobre las decisiones, los avales y los recursos— prefirieron jugar sobre seguro, respaldando a los candidatos con maquinarias regionales. 

Son los guardianes de un modo de hacer política que pertenece al siglo XX: jerárquico, cerrado y vertical. En cambio, el Pacto Histórico que defiende Carolina Corcho no es solo una coalición, sino un partido-movimiento, una corriente viva que entiende la política como acción colectiva y no como reparto de cuotas.

En el corazón del progresismo que llevó a Gustavo Petro a la presidencia no habita el viejo aparato partidista, sino las bases sociales que han sostenido las luchas feministas, ambientalistas, por la salud, la justicia y la educación pública. 

Estas causas no se forjaron en oficinas parlamentarias, sino en las calles, en los hospitales, en las universidades, en las regiones olvidadas por el poder central. 

En la calle y con la gente 

A Petro lo eligieron esas bases, y son ellas las que hoy ven en Carolina Corcho la continuidad coherente de un proyecto que va más allá del gobierno: el proyecto de transformar el Estado desde la acción popular y la ética pública.

Las maquinarias regionales de los congresistas del Pacto Histórico tuvieron tres años para acercarse a esas bases, pero no lo hicieron. 

Encerradas en sus camarillas, desconectadas del pulso ciudadano, perdieron la oportunidad de renovar sus liderazgos. Por celos, cálculo o simple incapacidad, se replegaron en la comodidad de sus privilegios. 

El resultado es una bancada parlamentaria del Pacto  ineficiente e inútil en su papel transformador. No porque falte poder, sino porque sobra miedo al cambio.

En ese vacío emerge la figura de Carolina Corcho. 

Su liderazgo no depende de los favores de las maquinarias, sino del respaldo de una nueva generación de aspirantes a congresistas y líderes sociales que comprenden que el progresismo no puede vivir de discursos, sino de resultados concretos. 

Son quienes resisten proponiendo, quienes debaten con ideas y ejecutan políticas públicas con sentido social.

“Llegó la comandante y mandó a parar”, podría decirse sin exagerar. 

Con Corcho, el progresismo colombiano parece dispuesto a dar un salto hacia adelante, hacia una etapa de acción sobre la retórica, de coherencia sobre cálculo, de movimiento sobre aparato. 

Lo que parecía una debilidad —la falta de respaldo de las viejas mayorías— se revela ahora como la fuerza renovadora de un proyecto político que se niega a morir y que apuesta, con audacia, por el futuro.


Para leer más noticias de Barrancabermeja y el Magdalena Medio pueden dar click aquí