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El falso centro: cuatro precandidatos que maquillan la derecha neoliberal como alternativa moderada

El supuesto “nuevo centro” no es más que una fachada, un reacomodo de figuras tradicionales que, pese a presentarse como renovadores, representan los mismos intereses económicos y políticos de siempre. Su papel en la próxima contienda electoral será el de intermediarios del poder, pero no el de verdaderos agentes de cambio.

En el escenario político colombiano, la aparición de un nuevo grupo integrado por David Luna, Juan Daniel Oviedo, Mauricio Cárdenas y Juan Manuel Galán ha sido presentada como una alternativa “de centro”. 

Sin embargo, detrás de ese discurso tecnocrático y supuestamente equilibrado, se esconde una realidad muy distinta: la de un bloque político que proviene de los mismos partidos tradicionales responsables de la desigualdad, la corrupción y la exclusión que durante décadas han marcado la historia del país.

Este grupo, que intenta consolidarse como un “nuevo polo de centro”, en realidad no representa ni un polo ni el centro político. 

Su origen, sus alianzas y su visión económica los ubican más cerca de la derecha neoliberal que del progresismo o del reformismo social. 

Ninguno de ellos ha planteado un distanciamiento real de los partidos tradicionales —liberal, conservador o Cambio Radical—, sino que, por el contrario, buscan tejer alianzas con las mismas estructuras políticas que han gobernado Colombia con escándalos de corrupción y parapolítica.

El discurso del “centro tecnocrático” que enarbolan se vende como una alternativa a los extremos, pero carece de una base ética o ideológica coherente

Se trata de un proyecto político que parece responder más a la necesidad de mantenerse vigentes y preservar privilegios que a un compromiso real con el cambio o la equidad. 

En esencia, estos precandidatos se presentan como moderados, pero actúan como comodines del poder, dispuestos a alinearse con quien les garantice continuidad en los espacios de decisión estatal.

El caso de Juan Daniel Oviedo es un ejemplo claro. 

Fue director del DANE durante el gobierno de Iván Duque, una administración ampliamente criticada por su orientación ultraderechista y su fracaso en materia social y económica. 

Oviedo, aunque intenta mostrarse como un técnico independiente, fue parte de un gobierno que profundizó la desigualdad y debilitó la confianza ciudadana en las instituciones públicas.

Juan Manuel Galán

Por su parte, Juan Manuel Galán, actual líder del llamado Nuevo Liberalismo, carga con el peso de haber iniciado su carrera en el Partido Liberal de César Gaviria, una organización que se ha alejado por completo de los ideales sociales que alguna vez defendió. 

Aunque Galán dice querer revivir la imagen de su padre, Luis Carlos Galán, sus alianzas regionales con políticos cuestionados —como Dumek Turbay o Federman Vizcaíno, vinculados a la poderosa y polémica casa Char— evidencian una falta de coherencia entre su discurso y su práctica política.

David Luna, ex senador de Cambio Radical, tampoco puede presentarse como una figura de renovación

Su trayectoria está ligada al partido con mayor número de condenados por corrupción y parapolítica, y su cercanía con Germán Vargas Lleras —un político símbolo del clientelismo y del poder empresarial sobre el Estado— lo ubica firmemente dentro del espectro más tradicional y conservador.

Mauricio Cárdenas, exministro Juan Manuel Santos, arrastra una larga lista de polémicas. 

Durante su paso por la administración pública estuvo relacionado en los casos de Dragacol, Isagén, Reficar y Odebrecht, todos relacionados con decisiones cuestionables o con escándalos de corrupción de gran magnitud. 

Cárdenas encarna la visión neoliberal que durante tres décadas ha concentrado la riqueza y generado exclusión social, impulsando modelos económicos que favorecen a las élites financieras mientras precarizan a las mayorías.

Una bisagra dentro de la centroderecha

El autodenominado grupo del “centro” es, en realidad, una bisagra dentro de la centroderecha, un intento de reorganizar las fuerzas tradicionales ante el desgaste de los partidos que históricamente han dominado el poder. 

Su aparente independencia es una ilusión: participan en conversaciones con figuras de derecha neoliberal y descartan de plano cualquier acercamiento con el progresismo o con movimientos sociales que cuestionen el statu quo.

En el fondo, lo que se observa es una jugada desesperada de cuatro precandidatos con bajo respaldo popular, que buscan recomponerse frente a un electorado cansado de los mismos rostros y promesas vacías. 

Su objetivo parece claro

Mantener los beneficios derivados del control estatal sobre sectores estratégicos como salud, pensiones, energía y peajes, evitando que una transformación real del sistema político los deje por fuera.

El supuesto “nuevo centro” no es más que una fachada, un reacomodo de figuras tradicionales que, pese a presentarse como renovadores, representan los mismos intereses económicos y políticos de siempre. 

Su papel en la próxima contienda electoral será el de intermediarios del poder, pero no el de verdaderos agentes de cambio.


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