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La pérdida de civilidad en la sociedad colombiana: Un fenómeno preocupante – Por: Alberto Cotes A

El respeto mutuo, la cortesía en las vías, el cumplimiento de las normas de tránsito, la empatía hacia los demás usuarios y la responsabilidad individual son aspectos claves para garantizar una movilidad segura, eficiente y sostenible en las ciudades

La pérdida de civilidad en la sociedad

En esta semana de reflexión, me ha dado vueltas en la cabeza un asunto, que se vuelve recurrente, y por el cual algunos me dicen que me estoy volviendo monotemático.

Ese asunto es la CIVILIDAD, pero aun exponiéndome al vituperio de malquerientes, vuelvo al tema, pero, ya no, solo desde el ámbito de su afectación en la calle y la movilidad en nuestras principales ciudades (aunque tocaré el tema al final), si no, desde la universalidad social, en la que la pérdida de la Civilidad ha degradado los comportamientos ciudadanos de todos los colombianos.

LA CIVILIDAD, entendida como el conjunto de normas y comportamientos que rigen las interacciones sociales en una sociedad, está experimentando un preocupante declive en Colombia.

La falta de respeto, la agresividad, la intolerancia y la polarización son cada vez más evidentes en la vida cotidiana de los colombianos, lo que está generando un ambiente de confrontación y división que afecta la convivencia pacífica y el desarrollo del país.

Una de las manifestaciones más visibles de esta pérdida de civilidad es la creciente violencia en el lenguaje y en las actitudes de los colombianos.

En las redes sociales, en los medios de comunicación y en la vida pública en general, es común encontrar expresiones agresivas, insultos, descalificaciones y discursos de odio que no solo atentan contra la dignidad de las personas, sino que también dificultan el diálogo y la construcción de consensos.

La polarización política y social que se vive en Colombia ha contribuido en gran medida a este deterioro de la CIVILIDAD.

Las diferencias ideológicas y las tensiones históricas han exacerbado los ánimos y han llevado a que las discusiones se convierten en confrontaciones estériles en las que se privilegia la descalificación del otro sobre el debate constructivo y respetuoso.

Otro aspecto relevante es la falta de empatía y solidaridad en la sociedad colombiana.

El individualismo, el afán de lucro y la indiferencia hacia el prójimo son actitudes que se han ido imponiendo en diversos ámbitos de la vida social, lo que dificulta la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Es fundamental que la sociedad colombiana tome conciencia de la importancia de recuperar la CIVILIDAD en sus interacciones cotidianas. El respeto por la diversidad, la tolerancia hacia las opiniones diferentes, la empatía hacia quienes sufren y la solidaridad con los más vulnerables son valores fundamentales (y cristianos) que deben ser promovidos y practicados en todos los espacios de la vida social.

Las instituciones públicas, los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil y cada ciudadano en particular tienen un papel importante en la promoción de una cultura de CIVILIDAD que fomente el respeto, la tolerancia y la convivencia pacífica en Colombia.

Solo a través del diálogo, la escucha activa y el reconocimiento del otro como legítimo diferente será posible construir una sociedad más justa, inclusiva y democrática para todos los colombianos.

Ahora bien, como he tratado en otros escritos, esa falta de CIVILIDAD, se hace más evidente en la CALLE, puesto que en ella, todos los actores viales somos IGUALES, en el sentido que tenemos los mismos DERECHOS y DEBERES, al ser usuarios de la vía.

La falta de respeto, la agresividad, la impaciencia y la irresponsabilidad de los actores viales contribuye a crear un ambiente caótico en las calles y dificulta la circulación de vehículos y peatones de manera segura y eficiente.

La falta de respeto entre conductores, como el no ceder el paso, los adelantamientos peligrosos, el irrespeto a las normas de tránsito y el uso agresivo de la bocina, generan un ambiente de tensión y conflictos en las vías que pueden desembocar en situaciones de violencia física o verbal.

Muchos conductores no respetan los cruces peatonales y cebras, invaden las aceras o estacionan en lugares prohibidos, poniendo en riesgo la seguridad de los peatones y dificultando su movilidad.

La falta de CIVILIDAD en el tráfico lleva a una competencia constante por el espacio vial, lo que se traduce en congestionamientos, accidentes y un aumento en los tiempos de desplazamiento.

Los ciclistas son también víctimas de la falta de CIVILIDAD en las ciudades colombianas. Muchos conductores no respetan su espacio en la vía, los adelantan de forma peligrosa o los obligan a circular por zonas inseguras, lo que aumenta el riesgo de accidentes.

El uso excesivo del pito, los motores acelerados y las discusiones en el tráfico contribuyen a aumentar la contaminación auditiva y ambiental en las ciudades, afectando la calidad de vida de los ciudadanos y la sostenibilidad del entorno urbano.

En mi opinión las autoridades del país en general, y de las ciudades en particular se equivocan con las soluciones a ese problema creciente y que ya parece haberse salido de madres, ya que solo actúan endureciendo leyes y normas, aplicando operativos coercitivos, restringiendo la movilidad en algunos sectores y/o prohibiendo el tránsito normal de vehículos y personas por nuestras calles.

Ojo, no estoy diciendo que esas medidas no deban tomarse, pero es necesario para solucionar esta situación otras acciones, a las que los gobernantes no acuden, quizás porque no dejan réditos políticos entre la ciudadanía, pero que si las tomaran seguramente redundaría en el BIENESTAR GENERAL, que en últimas debería ser el objetivo de cada gobernante.

El respeto mutuo, la cortesía en las vías, el cumplimiento de las normas de tránsito, la empatía hacia los demás usuarios y la responsabilidad individual son aspectos claves para garantizar una movilidad segura, eficiente y sostenible en las ciudades, y eso, no se consigue solo con multas, inmovilización de vehículos y operativos, y tampoco si solo se actúa en el campo del mejoramiento de la infraestructura vial y de transporte público.

Debo entonces insistir en que es absolutamente necesario generar cambios de comportamientos en la sociedad, pero esos cambios de comportamientos se consiguen con paciencia, mucha inversión y muchos años de insistir y persistir.

Mi idea ha sido siempre crear una escuela de ciudadanos respetuosos de normas y autoridades de tránsito, para ello diseñé una estrategia que se perdió en los vericuetos de la administración pública y que aunque tuvo éxitos casi inmediatos, debe ser sostenible en el tiempo, de manera que se convierta en política pública en cada una de nuestras ciudades, y en unas dos o tres generaciones, tengamos ciudadanos no solo respetuosos, sino conscientes de la importancia de la CIVILIDAD. 


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