Inicio Juan Manuel López Descubriendo la pobreza – Por: Juan Manuel López

Descubriendo la pobreza – Por: Juan Manuel López

Esa inquietud tan concreta y tan simple parece no haber estado en el pensamiento de los políticos o los economistas.

Esther Duflo y Abhijit V. Banerjee recibieron el Nobel de economía en 2019.

Su trabajo fue hacerse preguntas y ensayar respuestas: ¿gastan o no gastan en salud los pobres y cómo? ¿Y en educación? ¿Y el ahorro? ¿Cómo manejan sus finanzas? ¿Hasta dónde intentan salir de la pobreza? ¿Cómo ven el empleo o el micro emprendimiento?¿cómo son los negocios de los pobres?

Su conclusión, fundamentada en decenas de investigaciones: no hay respuestas generales ni fórmulas; cada caso tiene sus propias características, y las teorías o modelos no involucran ni entienden la problemática que se vive desde esa perspectiva diferente.

La salida de la pobreza la ven en el ‘emprendimiento’. Como lo dice el encabezamiento de uno de los subcapítulos, ven a los pobres como “capitalistas sin capital” (o emprendedores en potencia).

O sea, presuponen que el régimen democrático es lo deseable, al igual que la economía basada en la propiedad privada.

Muestran que la pobreza no tiene tiempo, medios y opciones sino para la supervivencia; es lo que llaman ‘la trampa de la pobreza’ de la cual les es difícil (¿imposible?) salir.

Los pobres no tienen visión de futuro, ni se lo ven quienes deciden por ellos.

Plantea que el camino no es la teoría económica sino al revés: que el camino de eliminar la pobreza no pasa por el desarrollo económico, sino que se impulsa el desarrollo económico por vía de entender –‘repensar’ – la pobreza como un problema casuístico de los que la viven.

Descalifica las teorías y los modelos económicos (y a los economistas) que en general se limitan a la duda mayor -o por lo menos la duda más recurrente- de si el camino para intervenir debe ser dándole un impulso que le cambie cuantitativamente la condición al beneficiario, o si por el contrario se le debe estimular para que sea él mismo quien se organice para superarse.

Su conclusión:

“Lo que se necesita es cambiar la perspectiva, pasando de las INSTITUCIONES en letras mayúsculas (las macro responsables de orientar y decidir políticas) a las instituciones en letras minúsculas (las que son responsables de la aplicación), es decir a una perspectiva desde abajo”.

Concluyen:

“No estamos ‘rebajando nuestras aspiraciones’ (a una revolución política), sino que, en nuestra opinión, la mejora progresiva y la suma de pequeños cambios a veces puede acabar convirtiéndose en una revolución silenciosa”. (Los llama ‘cambios en el margen’).

Da el ejemplo de cómo medidas puntuales (como el requisito de asistir al colegio y a puestos de salud para ser sujetos de derechos preferenciales -por ejemplo a subsidios)  no solo mejoran aspectos de la calidad de vida de los pobres, sino acaban aumentando el apoyo político a quien lo impone.

El ‘interés general’ no sirve para motivar apoyo político, como si lo hacen programas focales.

Mencionan algunas sugerencias que son fruto de las investigaciones que estudian:

“Las mujeres hacen más cosas que los hombres con el mismo presupuesto, limitado, y se tiene noticia de que son mucho menos propensas a aceptar sobornos”. “El ‘empleo estable’ o ‘buenos empleos’ ayudan a salir de la pobreza porque permiten ver y actuar en función de futuro”.

Una medio propuesta es que en donde haya bolsones de miseria el Estado genere empresas oficiales que generen empleos. (Inversión social a través de inversión en actividad empresarial). Los tenderos como corresponsales bancarios disminuyen el costo del microcrédito, y el ‘aseguramiento colectivo’ permite el acceso del mismo a los pobres.

En fin, en su obra ‘repensar la pobreza’ no aportan nada realmente que sorprenda o descreste como análisis. Se limitan a ‘descubrir’ que existe una ‘economía de la pobreza’ la cual no parecen contemplar quienes solo piensan en impulsar el sistema.

Y es que el capitalismo y la democracia no son solo un sistema que puede hacer a la gente rica y feliz: resulta que también la pueden hacer pobre, desgraciada e impotente.

Esa inquietud tan concreta y tan simple parece no haber estado en el pensamiento de los políticos o los economistas.


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