Somos una sociedad que vive en estrés, en condición de peligro y agresividad que nos ha conducido a enfermar en lo orgánico y en lo mental: ansiedad, abusos, obesidad, suicidios…
Los extremos son malignos. El estrés es un buen ejemplo. Es la única manera de adaptarnos a nuestro entorno y nadie duda de la efectividad de este mecanismo para sobrevivir. Sin embargo, de manera súbita, puede desencadenar el síndrome de estrés postraumático y la depresión; y si es de manera sostenida, pues muchísimos males.
Nuestros cerebros poseen una pequeña estructura llamada amígdala, capaz de combinar información de la memoria y de los sentidos, y en consecuencia disparar o no, una señal de alarma mediante una reacción electroquímica que envía a otra estructura llamada hipotálamo, la cual libera adrenalina, cortisol y otras hormonas, poniendo muchas funciones del cuerpo en pausa, y enfocando nuestra humanidad en la amenaza inmediata.
Sabemos que los microrganismos que habitan nuestro intestino lo harán más o menos permeable a moléculas que inducen reacciones en el cerebro y que juegan un papel en nuestra reacción al estrés.
La respuesta es individual y obedece a la liberación de mayor o menor cantidad de NPY, neuropéptido Y, durante una situación provocadora. Cuenta también, la personalidad, los genes, el cuidado y amor durante los primeros años de vida. La risa sí es remedio infalible. La persona optimista, de buen humor, que ríe fácilmente después de enfrentar una causa estresante regresa rápidamente a la normalidad.
Somos una sociedad que vive en estrés, en condición de peligro y agresividad que nos ha conducido a enfermar en lo orgánico y en lo mental: ansiedad, abusos, obesidad, diabetes, suicidios, hipertensión arterial, masacres, feminicidios, infartos, indolencia, ataques cerebrales, depresión, pánico, todo ello inducido por unos malignos con disfraces ideológicos justicieros, que alimentan el estrés mediante el conflicto, la intolerancia y el odio, para defender poder, propiedades improductivas y privilegios.
Tratando de entender, me aventuro a pensar que posiblemente estos malignos carecieron de cuidado y amor en su infancia, además, sus genes, su personalidad y su humor, algo tendrán que ver.
Y a usted, lo sucedido en Bojayá y en Dabeiba, los asesinatos de indefensos inocentes, el exterminio de contradictores y el silencio de tantos ¿lo estresa?
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