Durante la reunión con ocasión del día de las velitas, un vecino recordó el origen de tal celebración, remontada al papado de Pío IX, quien ante la amenaza que representaba para la fe católica los avances de la ciencia, promulgó el dogma de la Inmaculada concepción de la Virgen, que no obstante difícil de creer, tuvo un éxito absoluto que haría morir de envidia al marketing digital.
Siguiendo la tradición judía del Janucá, se promovió la iluminación con velas para recordar y celebrar cada año la fiesta de la Inmaculada, mujer única en el mundo “libre de culpa y de mancha”.
Con el devenir de los años, la ciencia fue ganando terreno y el poder de la Iglesia fue disminuyendo, se impuso el Estado laico y los creyentes mermaron en número y en conocimiento de la fe que profesan.
Grandes intelectuales, adentro y fuera del credo, han intentado conciliar la ciencia y la fe con algún grado de éxito.
Sin embargo, hoy la ciencia, que debe abordar las preguntas de la humanidad de una manera sistemática y prudente, y ante cualquier resultado nuevo o inesperado, está en la obligación de probarlo y volver a probarlo en circunstancias diferentes, pero para muchos, la ciencia se ha venido apartando de su deber ser, por causas múltiples.
Las universidades y los fondos para la investigación premian “el factor de impacto”, es decir, a aquellos que publiquen mucho en revistas científicas de prestigio.
Publicar o morir, es la consigna, pues de ello dependen los fondos para nuevas investigaciones, y para los investigadores, su ingreso y su carrera.
A su vez, las revistas publican más los artículos ostentosos, que los de comprobación, inundando de información no replicada.
Por fortuna, hay crecientes campañas para promover el compartir la data y el registro de estudios antes de su publicación, con el objetivo de detectar errores e inducir a los investigadores a las buenas prácticas.
Preocupan las “fake news” de la ciencia, en un momento de la historia, cuando la incertidumbre y las realidades un poco apocalípticas, vuelven a ser campo abonado para el dogmatismo. Para John P. A. Ioannidis estamos atiborrados de metaanálisis defectuosos.
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