La economía colombiana ha estado al vaivén del comportamiento de los precios del petróleo.
De este podemos decir que «es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo»; y, como veremos, sí que lo necesitamos.
Así como durante el largo ciclo de precios altos del crudo (2003-2014), la economía creció incluso por encima de su potencial de crecimiento (4,5 por ciento), cuando vino la destorcida de los precios la economía se desaceleró, al punto de que el año pasado tuvo un crecimiento del PIB de un anémico 1,8 por ciento.
Lo mismo ocurrió con la renta petrolera y las regalías que perciben las regiones: después de recibir en el 2013 un total de 23,6 billones de pesos, en el 2016 se redujo hasta los 3,3 billones y el año pasado tuvo un repunte hasta los 6,5 billones de pesos.
En cuanto a las regalías, estas pasaron de los 17,7 billones de pesos en el bienio 2003-2014 a los 11,7 billones en el bienio 2017-2018.
Por su parte, las exportaciones cayeron 61 por ciento entre el 2014 y el 2017, al bajar de los 57.900 millones de dólares a los 35.600 millones de dólares.
La perspectiva es incierta, dada la descolgada de las reservas de petróleo, las cuales pasaron de los 3.232 millones de barriles en el 2002 a 1.882 millones el año anterior, lo cual garantiza el autoabastecimiento a lo sumo hasta el 2024.
El fantasma de la importación de crudos nos está rondando, y la única manera de espantarlo es incorporando más barriles a las reservas.
Y para ello, los yacimientos no convencionales son una posibilidad, pero para su desarrollo se requiere la tecnología del ‘fracking’.
El solo anuncio de la posible utilización en el país del ‘fracking’ ha despertado una gran controversia.
Se alega, por quienes se oponen a la utilización de esta tecnología, que «entraña riesgos, los cuales han llevado a algunos países a prohibirla en sus territorios».
Al respecto tenemos que decir que «los pocos países en donde se ha prohibido son la excepción y no la regla».
Estados Unidos, según la Agencia Internacional de Energía (AIE), se acaba de convertir en el mayor productor de petróleo del mundo, por encima de Arabia Saudita y Rusia, gracias al ‘fracking’.
Con tal fin, el país viene dando los pasos conducentes desde hace ocho años, mediante la gestión de conocimiento, a partir de la experiencia de otros países, y se ha establecido la normativa técnica, operativa y ambiental, a la cual se deberán ceñir las empresas que utilicen esta tecnología, empezando por Ecopetrol.
Tales disposiciones propenden hacia la utilización de las mejores prácticas, con los más altos y exigentes estándares.
Este debate, además de desapasionado, debe ser transparente por todas las partes contendientes, en el entendido de que «nadie tiene la verdad revelada».
Más bien, atengámonos a la sentencia del pensador Karl Popper: “Yo puedo estar equivocado, tú puedes estar en lo cierto y, haciendo un esfuerzo, juntos podemos acercarnos un poco más a la verdad verdadera”.
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AMYLKAR ACOSTA MEDINA, ex ministro de Minas y Energía.
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