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Nadie se acuerda de Benedicto XVI

Nadie se acuerda de Benedicto XVI
Juan M López C.

Por: Juan Manuel López C.

 

El papa emérito hizo el acto político más importante al pasar el relevo a quien más puede caracterizarse por ser ante todo un político. ¿Qué piensa de lo que montó?

 

La venida del papa Francisco nos pone a reflexionar sobre la función y la importancia de la Iglesia en nuestro país.

 

Los cambios que ha tenido como poder terrenal en Colombia son drásticos. No solo dejó de ser cuasi controlador de la Nación con la desaparición del Concordato, sino dejó de ser religión oficial. Se puso en igualdad con todas las otras religiones e incluso la Corte Constitucional para afirmar el poder laico prohibió que se considerara al Sagrado Corazón como padrino de nuestro Estado. Por cierto, ahora estará por definir las atribuciones de las comunidades a través de los órganos regionales, ya que en consultas populares y a través de decisiones de Consejos Municipales se insiste en consagrarlos al Sagrado Corazón.

 

El cambio en importancia lo muestra no la cantidad de religiones que hoy se registran tributariamente, sino el peso electoral que los genéricamente llamados ‘cristianos´ , es decir las diferentes variantes de seguidores de Jesucristo y sobre todo de la Biblia que no reconocen al papa ni el oficiaismo católico romano. A ellos se atribuye el haber sumado a la oposición uribista para que ganara el No en el plebiscito; y por eso el espurio oficialismo Liberal no sabe como manejar la consulta interna para que no quede de candidata Viviane Morales.

 

Sin embargo, más grande pudo haber sido el cambio en la Iglesia misma.

 

Sobre todo, si se tiene en cuanta lo que se podría llamar la línea sucesoral del papado.

 

Nunca antes desde que el Vaticano dejo de ser protagonista en las luchas de poder en Europa se había presentado el caso de un papa que renunciara al cargo. Sí hubo casos de varios papas que pretendían simultáneamente la legitimidad, o más bien el poder, pero el antecesor de Francisco pareciera haberse hecho la misma pregunta de nuestro Maestro Echandía: ¿el poder para qué?

 

Y encontró como respuesta que no era el momento para la función que él quería desarrollar. No era el momento para la defensa del dogma ni para los debates sobre la religión misma.

 

Y paradójicamente, contrario al mundo de la espiritualidad, hizo el acto político más importante al pasar el relevo a quien más puede caracterizarse por ser ante todo un político.

 

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Desde su formación dentro de la orden jesuita hasta sus antecedentes en su propio país -Argentina- mostraban sus capacidades por un lado de hombre pragmático y por otro su compromiso con actitudes eminentemente de participación en política.

 

Según lo que más se oye (pues en materia de cónclaves todo son conjeturas) el promotor de la candidatura del actual pontífice fue Benedicto XVI. Es decir que fue él mismo quien no solo al renunciar reconoció que no era el momento de reivindicar la importancia del dogma, sino escogió a quien consolidaría la posición de la función política de la Iglesia.

 

Porque Francisco tiene una característica más sobresaliente que la de ser el primer papa latinoamericano. Y es la de ser el primer papa jesuita.

 

Por algo al superior de los jesuitas lo llamaban el Papa Negro. La referencia no era solamente al color del habito sino al enfoque que daban a la religión. Si algo ha caracterizado esa orden es su capacidad de ser prácticos en el ejercicio de su proselitismo. Se ha incluso acuñado la palabra ‘jesuítico’ para señalar lo sofisticado de un argumento para defender una causa.

 

A lo que el papa Francisco viene tiene más de político que de religioso: viene a bendecir La Paz. O a dar su apoyo al proceso en el entendido que su visión más que religiosa es ecuménica, de defensor de valores y principios que se reivindican por encima de cualquier religión.

 

Se puede decir que Francisco es el papa moderno y quien da nueva vida a la Iglesia; pero no se debe olvidar que quien diseño eso que podríamos llamar la estrategia para alcanzar ese objetivo fue Benedicto XVI.

 

Se puede hasta hacer la pregunta de si Benedicto XVI aún está vivo y a qué se dedica ahora: pero lo que sería interesante sería saber que piensa respecto a lo que él montó; ¿lo verá como un éxito de lo que esperaba, o como ha pasado aquí, como una traición, a pesar de que los resultados sean los deseables?

 

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