Inicio Edgar Rodao En alguna época de mi vida fui locutor.

En alguna época de mi vida fui locutor.

Por: Edgar Daniel Rodao.

 

La locución, una bella profesión que, igual a la de músico, tienen algo muy particular y es la de permitir cultivar muchos amigos que, complacidos con lo que uno hace, gozan profundamente con nuestro trabajo.

 

Hace ya muchos años, exactamente en 1.985, cuando laboraba en la emisora Yariguíes, me tocó trabajar toda la madrugada de un 1 de enero recibiendo el año nuevo.

 

Cuando ya eran las 7 de la mañana, cansado, extenuado y con mucho sueño, me encontré con la tamaña sorpresa de no disponer de transporte para trasladarme a mi casa, que en esa época quedaba en el barrio La Floresta.

 

A esa hora del primer día del año las calles del comercio estaban totalmente solitarias, desiertas, no se conseguía un solo taxi y la razón era apenas lógica, los «profesionales del volante» (como les llamábamos a los taxistas en esa época) estaban igualmente agotados después de una buena jornada (de esas que sólo se ven en fechas especiales).

 

Tampoco existía el servicio de ‘radio-teléfono a domicilio’, que solo se implementó en nuestra ciudad a partir de 1.988.    Se me estaba complicando el rato.

 

Desesperado porque sabía que me tocaba caminar bastante para llegar hasta La Floresta, se me ocurrió una idea: solicitar ‘al aire’, desde la cabina, un taxi que se acercara hasta los estudios de la emisora.

 

La sorpresa fue todo un espectáculo, a los 5 minutos ya había parqueados más de 30 taxis sobre el borde de la calle 49 de conductores que, emocionados, no solo me ofrecían el traslado hasta la casa sino que NO me cobraban por el servicio, según ellos «porque era la fiel compañía, de día y de noche, cuando les brindaba la música que les hacía más placentera su labor al frente del volante».

 

Ese día fue inolvidable porque viví la experiencia de lo que realmente representa ser un LOCUTOR, ese personaje que transmite paz, alegría, felicidad, entusiasmo y convivencia en medio de una sociedad convulsionada, inmersa en el apabullante materialismo de las cosas y en el interés como principio de la relación entre las personas.

 

Gracias amigos locutores por esa labor tan bella.

 

A todos ellos les deseo —hoy 24 de marzo— un feliz día ‘Día del Locutor’.

 

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