Se ha mencionado mucho la idea de que el concepto o la propuesta de PazTotal no son claros , que parecen ambiguos y etéreos por falta de precisión.
El punto de partida a tener en cuenta es que las opiniones en ese sentido son claramente con una intención de descalificar, no con el propósito de contribuir a la construcción de una paz cualquiera que sea su definición; el interés detrás de tales cuestionamientos no es buscar que se den respuestas sobre en qué consiste la propuesta, sino, como parte de la estrategia de montar un ‘golpe de Estado blando’, en socavar la credibilidad o el respaldo que pueda tener el gobierno
Porque lo claro es que la terminología no se presta a confusiones.
La Paz que se busca es una paz total, no una paz entre algunas partes o en algunos aspectos.
Por eso varios elementos la conformarían, siendo la paz del enfrentamiento armado solo uno de ellos y para el caso probablemente no el central.
El primer elemento de una verdadera ‘paz total’ – o simplemente de una verdadera paz- sería la Paz Social, la de la justicia social, la de acabar con la exclusión, el marginamiento, la explotación de las desigualdades; la que para alcanzarla tiene que fijarse como objetivo -aún si fuera ilusorio- la igualdad de oportunidades y la garantía de unos mínimos derechos, a la educación, al empleo, a la dignidad y el respeto por la persona.
Por eso las llamadas ‘reformas sociales’ en las que el gobierno está comprometido: lo que se juega no es la ‘gobernanaza’ o la unidad del ‘acuerdo politico’ sino el núcleo más importante de la Paz total.
En la realidad colombiana – y entiendo que hasta cierto punto en el diagnóstico del gobierno – dónde se concreta la falta de paz es en los territorios.
Para los habitantes de las principales urbes y sobre todo para la dirigencia nacional y la burocracia centralizada, la ausencia de paz no es una vivencia sino una información externa a sus vidas.
La realidad es que por adaptación en cada región y en cada localidad ya existen unas relaciones que determinan más que las políticas de gobierno.
La visión de un problema y de una solución que existen en la abstracción son en blanco y negro mientras sobre el terreno solo hay grises.
Las poblaciones ya arraigadas -a las buenas o a las malas- son parte de las comunidades que se tienen que tener en cuenta.
Entiendo también que a ese enfoque le da énfasis la actividad de gestión del gobierno aunque por supuesto no da un mayor rating noticioso.
Contrariamente a lo que dicen algunos analistas, la Paz Total no se centra o depende principalmente de un acuerdo y desarme del ELN.
No porque éste no sea importante sino porque sólo aportaría uno de los elementos – y no el de más peso – a esa paz total.
Y porque lo que plantean como interpretación de lo que sería esa paz no tiene que ver con el hecho de que la manifiestan usando las armas.
La dificultad de ‘negociar con el ELN’ no reside en lo que llaman falta de voluntad, ni en que su estructura sea federalizada, ni que Antonio García sea un guerrerista.
La dificultad reside en que lo que plantean no se soluciona con acuerdos sobre el enfrentamiento armado sino sobre concepciones de Estado.
Bien lo señaló el negociador Iván Cepeda cuando trató de dar relevancia a que en la agenda de las conversaciones lo que ponen sobre la mesa es el cambio de modelo económico y político.
Para ellos estos son los que alimentan el problema social y se manifiestan en la inestabilidad y tensión en los territorios.
Y su propia expresión de violencia armada no es en busca del poder, y menos del cambio de modelo a uno que ya no existe, sino a salir de éste bajo el cual vivimos: salir del desarrollismo económico en el cual la función del Estado no es buscar el bienestar ciudadano y la armonía social sino el crecimiento económico a cualquier o a todo costo, sin consideración de los ‘efectos colaterales’.
Del modelo político, el cual, al acabar con la confrontación ideológica partidista, institucionalizó el acceso al poder como un objetivo de beneficio y satisfacción personal y no como una oportunidad de servicio público.
Al minimizar la función del Estado dejando el Mercado y la libre competencia como ordenador de la sociedad, promueve la confrontación como mecanismo natural para resolver las relaciones.
Ya no existen el paramilitarismo y el objetivo político de ‘refundar la patria’ con la creación bajo César Gaviria de las Cooperativas de Seguridad Privada después llamadas ‘Convivir’ y promovidas decididamente desde la gobernación de Álvaro Uribe en Antioquia.
Pero quedaron las organizaciones armadas y la continuidad de su uso en actividades delictuosas.
Hoy el Clan del Golfo’ y las bandas multicrimen son parte de los poderes y problemas territoriales y difícil parece pensar en que se pueda negociar o realizar acuerdos con ellos.
Dos actividades principales tienen.
Una la droga sobre la cual el diagnóstico y la solución son conocidas (en el sentido de que el mal está más en la prohibición que en la droga y que la parte colombiana es más de víctimas que de culpables), que no se soluciona en Colombia sino en los escenarios internacionales (lo cual parece se está intentando adelantar).
La Minería ilegal industrial que en principio no tiene tanto peso social ni es causado por las políticas mismas – y menos por las extranjeras – a, pero que no tiene más opción de tratamiento que la imposición del orden legal mediante la fuerza por parte del Estado.
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