El camino hacia la segunda vuelta pinta mareador. La cantidad de alianzas, adhesiones y pronunciamientos que tratan de vender lo invendible prometen hacer de estas tres semanas un trayecto rocoso.
¡Cuántos políticos malabaristas que buscan no quedarse por fuera de la repartija burocrática, de los inservibles acuerdos “programáticos”, de lo que pretenden sofisticar con el eufemismo de “dinámicas del poder”!
Este circo no es producto del mecanismo de la segunda vuelta, ni del clima político actual, ni de la pandemia, ni de la Virgen de Chiquinquirá: es simplemente el resultado de una sociedad que prefiere ir con los ojos vendados a la segunda vuelta –“que pase lo que ordene la divina providencia”– y de una clase política descompuesta experta en lavado de caras, en antifaces, en mentiras.
La cantidad de pajazos mentales es abrumadora y risible.
¡Cuánta gente lista para montarse en el tren de Rodolfo Hernández argumenta todo tipo de artificios y excusas baratas! Como la olímpica entrevista de la congresista Angélica Lozano en la WRadio, donde afirmó, sin sonrojarse, que decidiría su adhesión para la segunda vuelta con base en la votación que se hiciera en el Concejo de Bogotá sobre el cupo de endeudamiento que empuja su esposa, la alcaldesa Claudia López.
El chantaje público vino acompañado de afirmaciones que pretendían… ¿tranquilizar? Como que le enseñaría a Hernández en media hora todo lo que no sabe sobre el trámite legislativo.
Estratégicamente Claudia López mandó a Luis Ernesto Gómez a aterrizar en la campaña de Gustavo Petro antes de la votación del 29 de mayo, aunque sin tenis, ya convertido en todo un emisario de la política tradicional, lejos de su “activismo” abstracto que nunca significó nada.
Pero ahora la poderosa dupla López-Lozano amenaza para obtener ganancias por ambos lados.
Carlos Amaya, otro politiquero disfrazado de verde renovador, despeja la pista de aterrizaje para otros líderes del centro en la campaña de Hernández.
El primero de ellos es Sergio Fajardo, quien decepcionó a muchos de quienes votamos por él y ahora empuja un inútil acuerdo programático, como si tuviese la capacidad de torcer el brazo del incontrolable ingeniero.
Los mismos uribistas, fiquistas y duquistas –si es que estos últimos existen–, que despotricaron y se burlaron de Hernández durante toda la campaña, ahora pretenden presentarlo como el defensor de la libertad de empresa y de la institucionalidad capitalista.
Votantes con risitas incómodas que intentan argumentar que el señor no es errático sino simpático, que hay algo encantador en su grosería y ramplonería, que acabó con la corrupción en Bucaramanga. ¡Ja!
¿Cuál es la necesidad de incurrir en semejante esfuerzo para pintar a Hernández como todas las cosas que probadamente no es?
Lo primero y más importante, sus cantos contra la corrupción y la politiquería contrastan con la abrumadora evidencia que existe en la Fiscalía General de la Nación en su contra, por el caso de Vitalogic.
Como lo reveló Daniel Coronell en el #ReporteCoronell en la WRadio, hay evidencia documental y audios de Hernández y sus aliados más cercanos mientras hacen maromas para acomodar la licitación de las basuras en Bucaramanga. La típica avivatada de cualquier gamonal. Eso sumado a los apoyos de los políticos de siempre con sus mañas de toda la vida.
Hernández tampoco es un empresario excepcional sino un avispado que se enriqueció a costa de la gente pobre a la que le prestaba plata. Esquema que rayaba en la usura, pero que él aplaudió: “una delicia ver a esos hombrecitos pagándole a uno”.
El “ingeniero” —como se bautizó él mismo con engaño condescendiente— tampoco es un viejito chistoso que dice las cosas como son.
Hernández es un señor irascible y descontrolado, que acude al insulto y a la agresión física con peligrosa facilidad.
Será muy difícil cuestionar y supervisar a quien no guarda ningún respeto por la labor del periodismo, o de cualquiera que pretenda fiscalizarlo. Ya dijo que solo asistiría a las entrevistas donde pueda “exponer sus propuestas”.
Pero, cuestionado por la Radio Nacional de Colombia acerca de si viviría en Bogotá de resultar ganador, se enfureció y contestó que por qué le preguntaban “estupideces”. Esta actitud de “yo me mando” no es propiamente simpática, sino alarmante frente a quien reposará sus dedos sobre los botones más sensibles del Estado.
Hernández tampoco es el antipolítico outsider, sino un absoluto ignorante en las materias del Estado, para nombrar solo una de sus ausencias cognitivas.
Desconoce y repudia decididamente los principios básicos del Estado de Derecho, de la separación de poderes y en general de cualquier asunto constitucional que resulte elemental para tomar decisiones.
Todo el imaginario sobre Hernández, cuidadosamente estimulado por Ángel Becassino y su equipo de hechiceros, es mentira o exageración.
Rodolfo no es el capitán en contra de la corrupción, ni un innovador de la política, ni un colombiano de a pie que habla sinceramente. La única verdad sobre Hernández es que no es Petro y con eso les basta para voltear el vagón hacia ese lado del abismo.
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Texto Original: Ana Bejarano – Los Danieles. Ana Bejarano Ricaurte es una abogada y profesora que puede ser contactada en Twitter como @AnaBejaranoRG, es columnista en @LosDanieles
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