El hecho actual es que existe una insatisfacción que requiere mucho más que unas pequeñas concesiones o reformas que no subsanan para nada el problema central
Parece iluso pensar en que volveremos a la normalidad pre pandemia. Más lógico es reconocer que los cambios producidos no serán reversibles y que ya estamos semi adaptados a unas nuevas condiciones de vida.
Igualmente parece iluso pensar que volveremos a una especie de normalidad preparo.
Lo que han mostrado las manifestaciones no desaparecerá con unas medidas de gobierno. Hablamos de ‘manifestaciones’ sin completar o usar apropiadamente el lenguaje, puesto que falta decir que es lo que se manifiesta.
Parece obvio que es una protesta contra el gobierno. Pero, si profundizamos aunque sea un mínimo, es más un rechazo a un sistema, a un régimen, a todo un estado de cosas.
Es secundario si la causa o el disparador sea, como algunos lo pensamos, el aporte del modelo o la propuesta neoliberal, tanto por el fracaso de las medidas como por la frustración que dejó.
El hecho actual es que existe una insatisfacción que requiere mucho más que unas pequeñas concesiones o reformas que no subsanan para nada el problema central.
Desde el enfoque de la economía política lo que sucede es que nos encontramos ante un modo de producción al cual no nos hemos ajustado.
La época en que los factores de producción eran la tierra el capital y el trabajo bajo un sistema de explotación agrícola fueron superadas hace tiempo; las empresas industriales con la inversión en equipamientos e infraestructura que definieron diferentes formas de relaciones en la sociedad también fueron superadas.
Los adelantos en el conocimiento tecnológico que caracterizaron una era de progreso quedaron atrás y nuevos formas y nuevas ciencias determinan lo que será la humanidad en el futuro.
La institucionalidad que sirvió para organizar el funcionamiento de la sociedad alrededor de esos sistemas, esas relaciones y esos factores de producción son obsoletos ante la nueva realidad.
Hay que pensar en un nuevo pacto social que se base e incluya los nuevos conocimientos, a comenzar por los de economía (ya descartado el ensayo neoliberal), pero también en medicina con un ser humano no binario, de longevidad prolongada, con todas las ramas científicas que permiten buscar vida en nuevos planetas, o que, a través de internet y redes sociales, desaparecen la distancia física.
Y que contemple nuevas inquietudes como la inminencia de nuevas pandemias o el cambio ambiental; o el agotamiento de la democracia, cuando desaparecen las ideologías de los partidos, cuando el precedente de los requisitos para aspirar a la presidencia está tan bajo que aparecen más de treinta precandidatos, a cual con menos condiciones de liderazgo, y cuando la corrupción electoral amarra la supuesta representatividad a la cantidad de dinero disponible en las campañas.
El coronavirus y los paros y bloqueos solo han permitido acelerar y ser más conscientes de la necesidad de replantear ese nuevo pacto social acorde con la nueva realidad.
Quienes proponen una Asamblea Constituyente la conciben como unas nuevas reglas dentro del mismo juego.
Piensan en la preservación de la ‘democracia’ y del capitalismo tal como se ha concebido hasta hoy.
Ni el uno ni el otro es a lo que aspiran las nuevas generaciones tanto de los marchantes, como de los insurgentes y aún de los ‘vándalos’.
Y parodiando a Lincoln es para esa generación, con esa generación y por esa generación que se tomarán las decisiones. Y para esa generación el punto de convergencia y consenso parece ser el hartazgo con el mundo consumista, con la soberanía de un Mercado donde los valores éticos o morales no existen, con unas reglas del juego en que todo depende del poder del dinero.
No podemos saber cuál será la solución o respuesta a la situación actual. Y no podemos saberla porque necesariamente ‘se hace camino al andar’. La construcción social es de tracto sucesivo, y solo después de dado un paso se puede avizorar la posibilidad del siguiente.
Pero el paso inmediato es claro: abandonar la idea de mantener las instituciones diseñadas para manejar condiciones que ya no existen.
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