El miedo ha sido acentuado por los expertos, gobierno y medios, en el afán de controlar mediante una estrategia epidemiológica, una enfermedad plena de incertidumbres.
Como cualquier remedio, más puede ser menos. El miedo tiene un efecto de precaución que puede derivar en parálisis, o, por el contrario, producir negación.
Nos hemos forjado llorando muertos, por lo cual algunos estudiosos han calificado nuestra sociedad como resiliente, dado que la pulsión por la muerte, la superamos construyendo de cualquier manera.
Los últimos cuarenta años el narcotráfico, aún a costa de la vida, introdujo los antivalores, el dinero fácil, el consumismo suntuario, el ventajismo, el individualismo y otros tantos, infiltrando la economía, las religiones, la política, las elecciones y por ende los gobiernos, en fin, la vida misma de muchos que residen en este lugar privilegiado.
En ese contexto nos llegó el Covid19.
Aplanamos la curva y en ese acertado esfuerzo se nos fue acabando la reserva económica y la paciencia, y de manera imperceptible pasamos de la precaución a la negación.
Fue así como principalmente en los litorales del Pacífico y del Caribe sus gentes se indisciplinaron, bailaron, bebieron, se aglomeraron y la represión con sus toques de queda fueron desobedecidos con la consecuencia de un mayor contagio.
Solo faltaba un incentivo económico: los días sin IVA.
Un pescador se conoce por la selección de la carnada y eso fue el día sin IVA. Adictos al consumo y con la mente en modo negación, millones de personas de las clases medias se abalanzaron a las grandes superficies a adquirir bienes suntuarios diseñando la arquitectura para un nuevo y severo confinamiento.
Los gobernantes proclives a la prohibición, sin importar su ADN ideológico, sentirán el placer de restringir, a nombre de la vida y con la molestia de los empresarios.
Solo que esta vez ya no habrá credibilidad y ante un virus que nos acompañará quien sabe hasta cuándo, la tolerancia al confinamiento tenderá a cero. Acostumbrados a lidiar con la muerte y con poca aversión al riesgo, los colombianos treparemos el pico con unos costos altos y predecibles.
Eso lo saben quienes nos gobiernan.
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