¡Ecopetrol es la empresa de todos los colombianos! Eso fue lo que aprendí de niño y lo sigo pensando con el alma.
Ecopetrol le ha garantizado el abastecimiento de crudo al país y le ha brindado la satisfacción de lograr ser dueño, en buena medida, de la riqueza petrolera. Ecopetrol es un buen ejemplo para la comunidad y en líneas generales ha sido honorable y eficazmente bien administrada.
Gracias a Ecopetrol sabemos los colombianos que somos capaces de manejar lo nuestro.
La Empresa Colombiana de Petróleos ha colaborado en la solución de muchos problemas nacionales y ha brindado ayuda social a diferentes comunidades necesitadas del país. Gracias a ella Colombia en general y muchas regiones en particular han alcanzado mejoramientos y desarrollo. También ha brindado empleo y oportunidades de formación laboral y profesional a la gente.
Gracias a lo que produce Ecopetrol, a las ganancias que genera, se fortalece el presupuesto nacional. Bástame con recordar que este año el fisco público, es decir el gobierno del Presidente Duque, recibió más de nueve billones de pesos a título de participación de utilidades.
Además, Ecopetrol paga gruesas sumas de dinero en impuestos y aporta grandes recursos por concepto de regalías.
Es posible que no todo haya sido color de rosas. Ecopetrol ha cometido errores, en oportunidades no ha atendido adecuadamente las relaciones laborales, otras veces ha pecado de clientelismo, y está de por medio la contaminación ambiental que en algunas épocas fue desastrosa, sin pretender decir que aún no ocurran casos delicados estilo Lizama. También está de por medio el ingrato asunto de Reficar. Pero en la balanza de la equidad y de la conveniencia, el platillo de lo bueno se inclina muy, pero muy favorablemente, sobre el de lo inapropiado.
De esta empresa tan importante para el presente y futuro de la nación ya se vendió el 10% de su capital, no recuerdo exactamente con qué pretexto. Ahora se pretende vender otra parte con el argumento deleznable de que se necesita cubrir “el hueco” que no atendió la pasada reforma tributaria.
Que frescura tan grande, como si la tal ley de financiamiento no hubiera sido en extremo gravosa. O como si el gobierno no tuviera otros medios para lograr ingresos sin afectar al pueblo ni al interés nacional. ¿Por qué no piensa en disminuir sus propios gastos?
El Estado, por medio de sus diferentes gobiernos desde cuando comenzó la actual época neoliberal, enajenó casi todos sus activos. Hubo hasta regalos y despilfarros. De esos recursos no se sabe nada, ningún ciudadano se tomó siquiera un tinto, como ocurrió con la plata de Isagén.
¡No sean tan desconsiderados con los colombianos que ya no tenemos nada en qué alimentar el amor propio!
Cuando se sale de lo poco que se tiene para atender las necesidades del momento, se llega a la ruina. En este caso es peor, porque se enajena lo que da de comer. ¿No es eso lo que llaman vender la gallinita de los huevos de oro?
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