Después de la rabia que les produjeron a muchos liberales las entrevistas de César Gaviria sobre su apoyo y el del “Partido Liberal” al candidato de Uribe, Iván Duque, lo que ha quedado en el ambiente es una profunda tristeza entre quienes seguimos siendo liberales.
El expresidente dijo muchas cosas con una voz extraña, y seguramente muchos tendrán reacciones particulares sobre las distintas razones que expuso para justificar semejante voltereta ideológica.
Pero la más impresionante para muchos va a ser aquella frase con la cual responde a la pregunta sobre los cambios de posición tan radicales, donde se evidencia que ese contradictor convencido se convierte en el más fuerte apoyo al candidato del uribismo.
“Así es la política”, respondió Gaviria, palabras que destruyen ese concepto con el cual Obama, en uno de sus libros, define el ejercicio de la política como “la más noble de las profesiones”.
Si se sigue la línea Obama, un político debe tener compromiso con unos principios sobre cómo debe manejarse ese poder; honestidad en el uso de recursos públicos, humildad especialmente en sociedades estratificadas, eficiencia en el trabajo y, sobre todo, transparencia, en el sentido más amplio de la palabra.
Al tomar textualmente la frase de Gaviria, el ejercicio de la política termina siendo fundamentalmente oportunista, sin ideales, o con ellos absolutamente acomodados a mantener el poder político, y todo con el único objetivo de lograr control sobre decisiones y recursos para beneficio de unos pocos.
Si es así como este jefe del Partido Liberal entiende la política, el milagro consiste en que no se haya destruido desde antes este partido.
En este momento se afianza ese sentimiento de tristeza, no solo por lo que le sucede a un partido que ha dejado huellas importantes en la sociedad colombiana, sino por este país que sigue dirigido por semejantes personajes con esta ligereza ética e intelectual.
En el uribismo han terminado, entonces, hasta ahora, tres expresidentes, Uribe, Pastrana y Gaviria, y eso debe quedar muy en claro en la mente de los colombianos. Ninguno de ellos puede ser tomado como un modelo para seguir. No es sino mirar la historia reciente.
Sin embargo, hoy se han adueñado del candidato Iván Duque. Es decir, si una de las razones de muchos para no seguirlo ha sido la influencia de Uribe, que en sus ocho años tuvo logros a los que se le sumaron temas escabrosos, ahora que se agregan las consecuencias de las decisiones de los otros dos, el país debería preocuparse seriamente.
Pero el oportunismo político hace que todo se olvide en aras de participar de las mieles del poder de una presidencia rodeada por poderosos hombres, a quienes nunca se les ha hecho un verdadero juicio de responsabilidades.
Razones para la profunda tristeza hay muchas, pero Colombia no se acabará el 17 de junio, independientemente del resultado de la segunda vuelta presidencial.
Si gana Iván Duque y además se toma el uribismo la presidencia del Senado con María del Rosario Guerra, una senadora demasiado sectaria, se tendrá que enfrentar a Gustavo Petro como senador, que dejará de ser “el llanero solitario” de antes, porque ahora tendrá respaldo de varios sectores del Congreso.
Y si algo es innegable sobre Petro es su brillantez como senador de la República, su capacidad de denuncia y su juicioso ejercicio de esas labores, que pocos tienen.
Por el contrario, si gana Petro, Duque será un senador inteligente y juicioso, pero sin el don de la palabra y la cancha de Petro.
La sociedad colombina siempre se las ha arreglado para detenerse antes de caer al abismo y eso sucederá de nuevo. Pero quienes sí se acabarán serán aquellos jefes políticos que han sacrificado los ideales de un partido histórico como el liberal, en aras de conservar un pequeño nicho de poder personal.
César Gaviria clasifica como el que más pronto tendrá este destino, sin descartar el juicio que la historia haga de Uribe y Pastrana.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
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