Por Horacio Serpa
La lluvia se ha llevado la esperanza de bienestar de más de dos millones de colombianos anegados en la incertidumbre. Solo dolor y desasosiego hay en el corazón de quienes lo han perdido todo por culpa de la naturaleza, que ha sido implacable, pero también de la corrupción, de la improvisación, de la pobreza y de la indiferencia.
Esa monumental cifra de damnificados resume la catástrofe nacional. Una tragedia que nos ha cambiado el presente y el futuro. Pueblos que ya no existen, otros que van a desaparecer, aquellos que deben refundarse. El patrimonio colectivo está hecho trizas. Las carreteras destrozadas por la lluvia, los campos enterrados, los pueblos bajo tierra, la memoria cultural al borde del olvido.
La agenda nacional ha cambiado drásticamente. El Presidente Santos fue elegido para gobernar el país y tendrá que reconstruirlo. Casi que palmo a palmo en muchos departamentos. Es la oportunidad de pensar en grande y sembrar una nueva cultura política y administrativa, de manejo del medio ambiente, de protección de los recursos, de respeto a la gente, de prevención de desastres.
El Plan de Desarrollo Nacional tiene que ser repensado, porque ahora lo prioritario es la reconstrucción: de la malla vial, acueductos, hospitales, escuelas, distritos de riego, industrias agropecuarias. La generación de empleos y subsidios para revivir el campo y las pequeñas empresas.
El país entero tiene que volcarse hacia la reconstrucción, que debe ser un propósito nacional. Todos debemos jugar un papel allí. Los gobernadores y alcaldes no podemos ser inferiores al reto que nos plantean los nuevos tiempos. Tenemos que hacer un balance de la desgracia, encontrar los lugares vulnerables, reubicar a los damnificados y asegurarnos de que el bienestar permita que resurja la vida en todas partes.
Pero es al gobierno nacional al que le toca la parte más importante del proceso. Rediseñando la agenda política, redistribuyendo los recursos del Estado, generando nuevas fuentes de financiación y atrayendo la cooperación internacional. Estoy seguro que el Congreso de la República legislará para salvar a las regiones de la crisis humanitaria que hoy las habita. Y que los empresarios y la comunidad internacional sabrán socorrer a Colombia.
El presidente Santos es un hombre de retos. Un empresario y un estadista. Y ha asumido esta crisis con responsabilidad y sensibilidad social. Sé que su mayor preocupación ahora es llevarle bienestar a cada uno de los damnificados, dotando a las autoridades locales y departamentales de nuevas herramientas para adelantar la tarea de la reconstrucción.
En Santander no dormimos. Listos “en paz o emergencia”, como dice la Defensa Civil, con las botas puestas para salir en ayuda de las víctimas de la lluvia, que se suman a las víctimas de la violencia fratricida. Nuestra agenda regional también se ha trastocado. Barrancabermeja y Bucaramanga están aisladas. Nuestras montañas se están desmoronando. Los ríos se llevan nuestro esfuerzo. Pero seguimos haciendo país, demostrando que somos una raza siempre luchando para ganarnos el derecho a vivir tranquilos en nuestra tierra. Así llueve, truene o relampaguee.