Por: Juan Manuel López C.
La respuesta se la puede dar cada uno si reformula esa pregunta en forma de ‘¿por qué se vota?’ en el sentido de definir lo que se busca con el voto. Los candidatos presentan temas puntuales, consignas y promesas que calculan cautivarán al elector. Ya se sabe que, como ‘en lágrimas de cocodrilo’, en eso no hay que creer. Ningún candidato ofrece lo indeseable o lo que, aún si es importante, no atrae el voto.
Pero ¿dónde buscar entonces el criterio que nos guie para saber por quién sufragar?
Eso es justamente lo que se perdió con la promoción del caudillismo. Al acabar con los partidos políticos, se eliminó la importancia de las ideologías, de las propuestas, de la visión de Estado, de los modelos de desarrollo, para buscar solamente el carisma personal -y más correctamente, mediático-de los individuos.
Pero las orientaciones políticas y las leyes no dependen de las personas sino de los partidos que no solo como teoría sino por la legislación son los que toman decisiones en el Parlamento. Votar por un sancocho de personas de diferentes filiaciones lleva a la posibilidad de que el voto en la Cámara se neutralice con el voto en el Senado puesto que la Ley de bancadas obliga a la disciplina de partido.
La posibilidad de que un compromiso o propuesta electoral se cumpla depende en realidad de que coincida y se dé una sintonía entre quien la propone y la visión de Estado y de Sociedad que tiene un partido; el voto no debe ser motivado alrededor de la consigna puntual o de la oferta retórica que la acompaña, ni de la simpatía por la imagen o la persona del candidato.
Lo que se pretende con el voto es que el elegido sea vocero de los intereses y propósitos del elector. La garantía de que el Congresista va a ejercer la representación del votante no nace de lo que ofrece en las pancartas sino depende de que piense como él, y que, dentro del espectro político, se ubique en un partido que en general parta de los mismos principios y busque los mismos objetivos.
Por eso a qué partido pertenece quien nos pide el voto es lo que más dice cómo nos va a representar. Contra la proclama de José Obdulio, claro que sí hay ideologías de derechas y de izquierdas; y las hay moderadas y extremas.
No se puede esperar leyes progresistas de defensores del statu quo, ni cambios impulsados por quienes se oponen a lo que resulta de ellos, ni libertad y respeto por los derechos fundamentales defendidos por quien cree en el orden social alrededor del mercado y el asistencialismo y que todo se maneja con represión y recompensas.
Hay unos que creen en la guerra y otros en el dialogo; unos buscan generar desarrollo económico dando subsidios a los ricos y otros mejorando el ingreso de las mayorías; unos convencidos de que ‘todo se vale’ y otros respetando las instituciones.
De derecha a izquierda hay desde ‘el partido de Uribe’, pasando por el Conservatismo, el Cambio Radical, en el liberalismo un ‘centro’ y una ‘izquierda’, y la extrema izquierda no armada del Polo. También los ‘ni de izquierda, ni de derecha’, ‘ni uribista, ni antiuribista’ ‘verdes’ o ‘independientes’, o sea los ‘antipolíticos’ que no se sabe dónde están.
El voto expresa cómo piensa quien lo emite, no quien lo recibe.