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Denuncias sobre violencia de género deben ser tratadas con seriedad y transparencia pero sin politiquería

Expresamos nuestra total solidaridad y apoyo a la defensora de derechos humanos Viviana Vargas Ávila, quien valientemente ha denunciado el acoso sexual del que fue víctima por parte de Diego Cancino. - Nos unimos a su voz en la búsqueda de justicia y respeto, y resaltamos la importancia de que estas denuncias sean tratadas con seriedad y transparencia. Ninguna forma de acoso debe ser tolerada, y respaldamos su coraje al alzar la voz en nombre de tantas personas que enfrentan situaciones similares.

En los últimos años, el movimiento feminista ha ganado una relevancia notable, generando debates sobre temas como la violencia de género, la igualdad de derechos y el empoderamiento de las mujeres. 

Sin embargo, no todos los personajes que se presentan como «defensoras de las mujeres» lo hacen con un compromiso genuino. 

En ciertos contextos políticos, algunas figuras se apropian de causas feministas solo para utilizarlas como herramientas en su lucha contra rivales políticos. 

Este fenómeno se manifiesta especialmente cuando la persona acusada de agresión es alguien cercano al gobierno al que se oponen. Su activismo en redes sociales y medios de comunicación se activa, denunciando con gran estruendo a los supuestos agresores, siempre que estos formen parte del «enemigo» político.

El patrón es evidente 

Estas supuestas defensoras de las mujeres suelen pronunciarse únicamente cuando el acusado es un funcionario del gobierno al que combaten o un personaje políticamente asociado a él. 

No importa si las acusaciones no están comprobadas o si se trata de meras especulaciones. La clave aquí es lograr que el supuesto agresor se convierta en una figura públicamente desprestigiada, transformándolo en una herramienta útil para atacar la imagen del gobierno o desacreditar políticas específicas. 

Para estas personas, lo esencial es que las acusaciones puedan ser aprovechadas políticamente, utilizando el feminismo como una excusa para debilitar a sus rivales, más que para proteger realmente a las mujeres.

Cuando logran que el supuesto agresor renuncie o sea retirado de su cargo, la causa parece desvanecerse mágicamente. 

Las defensoras ya no muestran interés en el seguimiento del caso o en la situación de la víctima. Esto sucede porque, en realidad, el propósito principal de estas personas no era lograr justicia, sino remover de su cargo a un rival que representaba una amenaza para sus propios intereses. 

El supuesto agresor es tratado como un «trofeo» en la lucha política, mientras que las víctimas quedan relegadas al olvido una vez se cumple el objetivo estratégico. Esto demuestra una falta de compromiso real con las causas feministas y una instrumentalización de las denuncias por conveniencia política.

Para estas personas, el feminismo no es un fin en sí mismo, sino un medio para atacar al gobierno y oponerse a reformas sociales con las que no están de acuerdo. 

Los esfuerzos que llevan a cabo están diseñados para ser visibles y espectaculares en términos mediáticos, creando una imagen de ser «luchadoras» por los derechos de las mujeres.

Cuando los acusados de violencia de género pertenecen a su propio círculo o partido político, la actitud es completamente diferente. 

Las denuncias que involucran a sus aliados tienden a minimizarse o, en algunos casos, a silenciarse, argumentando falta de pruebas o llamando a la presunción de inocencia. La doble moral se hace evidente: la lucha contra la violencia de género es válida sólo si se puede explotar para atacar al gobierno; de lo contrario, el silencio y la complicidad se imponen.

Este tipo de activismo no solo daña a las mujeres que realmente necesitan apoyo, sino que también perjudica la credibilidad de los movimientos feministas y de aquellos que trabajan sinceramente por la equidad y la justicia. 

La falta de coherencia entre el discurso y la práctica erosiona la confianza en quienes dicen defender a las víctimas, dando la impresión de que estas causas son solo herramientas de manipulación en una batalla por el poder. 

La hipocresía de estas «defensoras» se convierte en un obstáculo para el avance de los derechos de las mujeres, y su uso del feminismo como arma política pone en riesgo la legitimidad de las verdaderas luchas feministas.

Las mujeres que verdaderamente necesitan protección y justicia se ven relegadas cuando sus casos no sirven para propósitos políticos de ciertos sectores. 

La instrumentalización de las luchas feministas con fines de oposición daña profundamente el sentido de la causa y desvía la atención de los problemas reales. 

Cuando las acusaciones de agresión se usan únicamente para desestabilizar al rival y no para proteger a las víctimas, es claro que el interés principal no es el bienestar de las mujeres, sino el beneficio propio.

Nuestra total solidaridad y apoyo a Viviana Vargas

Expresamos nuestra total solidaridad y apoyo a la defensora de derechos humanos Viviana Vargas Ávila, quien valientemente ha denunciado el acoso sexual del que fue víctima por parte de Diego Cancino

Nos unimos a su voz en la búsqueda de justicia y respeto, y resaltamos la importancia de que estas denuncias sean tratadas con seriedad y transparencia. Ninguna forma de acoso debe ser tolerada, y respaldamos su coraje al alzar la voz en nombre de tantas personas que enfrentan situaciones similares.


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