Acaban de posesionarse los nuevos mandatarios locales, y la mayoría de ellos – por no decir todos – uno de los temas que más abordan, es el tema de la MOVILIDAD.
Es apenas lógico, en nuestras ciudades grandes o en nuestras ciudades intermedias, ese es quizás el problema más complicado, no solo por el caos que se presenta en la mayoría de las zonas de estas ciudades, si no por la cantidad de muertos y heridos, que los accidentes viales generan.
Si uno revisa, las quejas de la ciudadanía y de los mismos mandatarios, se encuentra que en todas esas ciudades los conflictos en la calle son los mismos: Vehículos que se parquean en zonas prohibidas como vías peatonales, andenes o vías rápidas; exceso de velocidad en zonas residenciales, o en zonas de alto impacto como escuelas, colegios, parques, centros de salud, hospitales, etc; irrespeto a la autoridad (Agentes de Tránsito); Contaminación auditiva (pitos, frenazos, escapes ruidosos); mala utilización de zonas de parqueos autorizados; Incremento del Transporte ilegal Mototaxismo, Piratas; Plataformas sin control y sin reglamentación; etc.
En mi opinión, los mandatarios (los de ahora y los de antes) abordan mal el problema, principalmente porque no atacan la raíz del asunto, si no que aplican medidas a las consecuencias con medidas coercitivas, que a la final resultan en paños de agua tibia, o en el peor de los casos en confrontaciones entre la ciudadanía y las autoridades de control en las calles, llámese policía o agentes de tránsito.
La calle, es un lugar de encuentro de la sociedad, en donde todos los ciudadanos (o actores viales) nos igualamos, esto es, en las calles, todos los actores viales tenemos los mismos DERECHOS, pero también y es la parte que se olvida, tenemos los mismos deberes.
Esta última parte la de los deberes, es la que no está clara en la mayoría de los ciudadanos.
Las causas de esta falta de claridad de los deberes, tiene causas sociales muy profundas y surge – en mi opinión – de decisiones a nivel de políticas públicas equivocadas, que no son materia de este pequeño escrito.
Así mismo, los mandatarios han tratado y siguen tratando de resolver los conflictos entre actores viales, “sentando a la mesa” a solo dos partes en conflicto.
Me explico, el problema creciente en todas las ciudades del transporte informal, lo tratan de resolver solo consultando a los Transportadores Formales y las consecuencias en contra de su subsistencia con el auge de este fenómeno, y al final terminan “sentando a la mesa” a transportadores informales y transportadores formales, y a la larga medidas coercitivas contra los primeros; pero resulta, que este “problema” es algo que atañe a TODOS los actores viales, tanto a los que hacen uso del transporte informal, como los que no, pero que de uno u otra forma se ven afectados por las acciones de unos y de otros.
Ahora bien, todas las acciones y desencuentros que se ven en las calles, son el resultado de la falta de CIVILIDAD de los actores viales.
La CIVILIDAD, es el conjunto de normas explícitas e implícitas que cada uno de nosotros debe cumplir, para poder CONVIVIR en COMUNIDAD. La civilidad, tiene como motor principal EL RESPETO, es decir, si cada uno de nosotros como actor vial, RESPETA a los demás actores viales no hay posibilidad de conflicto.
El conductor de buses de servicios público, o de tracto camiones, debe respetar al que va en un automóvil o en una motocicleta, o el que utiliza las calles como peatón; y todos a su vez deben respetar a los demás, desde el peatón respetando a los conductores, hasta las autoridades de tránsito respetando a conductores y peatones.
Como he dicho, esta civilidad se ha perdido en nuestro país, debido a políticas públicas equivocadas, que han dado como resultado todo un trastoque de nuestros valores como ciudadanos.
El revertir esta situación, no es posible solo con medidas coercitivas, porque, aunque si bien es cierto ese adagio es que “el bolsillo duele más”, las actitudes sociales no se cambian con decretos y leyes, si no, con EDUCACIÓN.
Para ello, se debe – en mi opinión –comenzar con programas y proyectos dirigidos a niños y jóvenes, no solo en materia de EDUCACIÓN VIAL, si no en temas que hoy no hacen parte de nuestro Sistema Educacional, tales como: Cívica, Comportamiento y Salud, Ética, Resolución de Conflictos, Lecto Escritura, etc.
Ahora bien, no basta solo con ENSEÑAR a nuestros niños y jóvenes, entre otras porque para cambiar actitudes adquiridas socialmente, es necesario trabajar por lo menos con dos o tres generaciones, y aunque los niños y jóvenes aprenden con más rapidez y se convierten en los mejores “maestros” de los adultos, nada de lo que hagan las autoridades, ni las políticas públicas podrá revertir las malas prácticas, si nuestros niños y jóvenes a diario ven en sus referentes adultos (padres y familiares) los malos ejemplos.
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De nada sirve que las autoridades le enseñen a los niños que no se debe conducir motocicletas sin casco, o que no deben ir en motocicleta más de dos personas, si sus padres todos los días, salen en su motocicleta, sin casco y cargan no solo a su madre, si no, a sus hermanos en el mismo vehículo.
Muchos dirán que las condiciones económicas no dan para otro medio de transporte, lo cual puede ser cierto, pero no es menos cierto es que esas “actitudes” derivan en lamentables accidentes, muchas veces con consecuencias fatales.
Por último, los programas y proyectos a los que me refiero, deben ser INSTITUCIONALIZADOS, esto significa, que los alcaldes, deben llevar hasta los concejos municipales y/o distritales estos programas y proyectos, a fin de que trasciendan en el tiempo, es decir, que sin importar quien gobierne, ni la ideología y/o partido que represente ese gobernante, esos programas y proyectos tengan presupuesto y no se detengan con los cambios de gobierno.
Programas y proyectos como los que señalo, se han hecho en varias ciudades, desafortunadamente no han contado con la institucionalización que permita la continuidad en el tiempo sin contratiempo, por eso han fallado, porque para que se puedan modificar las actitudes sociales de nuestros conciudadanos, se necesita no solo de paciencia y tiempo, si no de inversiones cuantiosas, que muchos alcaldes no están en disposición de asumir, por aquello de que lo que se ve (obras de cemento) es lo que vale.
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