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Defendamos la industria minera y petrolera

Defendamos la industria minera y petroleraPor: Edwin Palma Egea

 

Razón tiene el profesor Moisés Wasserman, ex rector de la Nacional,  al decir que «defender la actividad minera se volvió pecado mortal y que hoy, la mayoría, a una voz, rechazan la minería y han hecho que  hasta algunos geólogos e ingenieros de petróleo se avergüenzan de sus profesiones».

 

Y es que es tal la ‘mala imagen’ de la minería y el petróleo que nadie quiere echarse ese muerto encima. Cargar con el lastre de defender la industria petrolera (y minera) es un peso que pocos quieren llevar, y menos en época de elecciones.

 

Consultas populares, implementación de los acuerdos de paz, campañas al congreso y a la presidencia, en fin, muchas elecciones encima, de esas que hacen parte de nuestra ‘tropical democracia’, (de ese método competitivo para elegir quienes detentan el poder, como lo llamaba Joseph Schumpeter), en el que todos quieren estar del lado “políticamente correcto” y no defender lo que puede ser incómodo.

 

¿Pero cuáles son los hechos?

 

Aunque debería ser mucho más, según cifras oficiales, en los últimos 5 años, el sector minero y energético aportó en promedio 39,3 % de los recursos de inversión del Presupuesto General de la Nación.   Con las regalías, impuestos e incentivos de esa industria  se financian programas sociales como Familias en Acción, viviendas de interés social, el  régimen subsidiado de salud  y  las vías 4G que benefician a todos los colombianos.  El  sector  genera  alrededor  de 175 000 empleos formales directos.

 

Si eliminamos de tajo la industria minera y energética, ¿cómo sostenemos esos programas?  ¿Qué sectores productivos generarán toda esa riqueza?  Buenas preguntas para los que promueven el rechazo a la minería.

 

Para no ir tan lejos, hace apenas dos años, cuando cayeron en un 50 % los precios del petróleo, se deprimió la economía, nos cargaron más impuestos y se perdieron 60 000 empleos,  ¿Qué pasará en la economía y en el empleo cuando no haya más petróleo y nos toque importar crudo para cargar las refinerías mientras se universalizan las tan esperadas  “energías alternativas”?    Y claro, todos estamos convencidos de proteger el medio ambiente, pero no solo en Colombia, sino en el mundo, por eso también es demagogia de quienes buscan prohibir la minería aquí y terminar condenando a que importemos minerales y petróleo. Entonces, ¿minería si, pero no aquí?

 

Cierto, debemos renegociar el papel de la minería en la generación de igualdad y de riqueza para las regiones. Como ya lo había advertido, las comunidades petroleras y mineras tienen los más altos índices de necesidades insatisfechas, pero es por culpa de la corrupción y la inequitativa distribución de regalías, no culpa de la industria en sí misma.

 

También es claro que el Estado no puede dejar que las empresas asuman las responsabilidades que él no asume, que se deben extremar los estudios y controles ambientales y que muchas empresas no son socialmente responsables, pero eso tampoco tiene que ver en sí mismo con la industria.  Hablemos de tareas incompletas.

 

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En el marco del ‘fast track’ se acaba de aprobar un decreto (que las FARC dicen que no lo comparten) en el que «se les permite a las empresas mineras y petroleras cambiar impuestos por obras en zonas priorizadas en el posconflicto».

 

También se discute un proyecto de Acto Legislativo (al que no se oponen las FARC) mediante el cual se financia una parte de la implementación con el sistema de regalías, es decir, hasta para la paz se necesita la industria. Ahí deberíamos estar opinando, planteando una reforma estructural al tema para las regiones petroleras, para la investigación y el desarrollo de energías alternativas, pero no estamos, vemos que ese asunto solo es entre las Farc y el gobierno.

 

Por todo lo planteado es que son bienvenidos los diálogos.

 

Hirschman, un pensador alemán que vivió en Colombia decía que: “Sin flexibilidad, sin dudas, el debate democrático se transforma en una superposición de dogmatismos que se excluyen mutuamente”. Entonces es necesario que nos escuchemos todos, sin dogmatismos y con razones.

 

Hay experiencias latinoamericanas de dialogo social minero energético, Alianza Visión Minero en Chile, por ejemplo, que ha acuñado a todos los niveles políticos, académicos, ambientales, sindicales y sociales el término de una minería sostenible para los intereses de la nación. Pero también hay experiencias nacionales, como el GDIAN del cual hace parte un indígena, el alcalde de Toribío, Alcibíades Escué, a quien tuve el placer de escuchar decir la semana pasada, que «es posible conversar y ponernos de acuerdo en lo fundamental».

 

Por eso son bienvenidas las propuestas de diálogo que nos han hecho la Red Prodepaz y la Fundación Paz y Reconciliación que, incluso, servirían de insumo como un aporte de la sociedad civil, en las negociaciones entre el gobierno y el ELN.

 

Para participar en estos diálogos, con capacidad de influir y con fuerza, necesitamos un sindicato único en el sector.

 

Ojalá los esfuerzos de la USO, Sintraelecol, Sintracarbón se consoliden. Y se sumen a ellos Sintracerromatoso, Sintrapazdelrio, Sintramienergética y otra decena de sindicatos del sector que necesitan hacerse escuchar. Los trabajadores también tenemos propuestas y reparos al modelo extractivista depredador que nos ha impuesto el neoliberalismo.

 

El reto es grande porque lo que está en juego es el futuro de todo el sector minero energético.

 

Las empresas y el gobierno tendrán que defender la industria, pero como trabajadores del sector también debemos hacerlo.

 

Escuchando a los demás, sin posiciones inamovibles y reclamando nuestros derechos como ciudadanos, como trabajadores, como interesados en el medio ambiente. En este debate estaré del lado de Ecopetrol, de la empresa que digo defender, que anhelo que recupere su carácter de 100 % estatal y que solo puedo defender si encontramos más reservas que se traduzcan en desarrollo para país y, sobre todo, en mejores condiciones de vida para los menos favorecidos.  Todo mientras vamos ‘decreciendo’ en el consumo de ‘combustibles fósiles’, construyendo la alternativa que necesitamos, como lo propone Ted Trainer.

 

Como lo diría recientemente, Alejandro Gaviria  “la demagogia también es una forma de corrupción” y muchos se empeñan en ofrecer lo que no pueden cumplir.

 

Así que apagar la industria minera y energética en un ‘santiamén’ no deja de ser ‘demagogia’.

 

En este debate necesitamos menos demagogia y más realismo. Menos pasión y más razón.

 

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EDWIN PALMA EGEA es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL.  Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]     Consulte el Blog de Edwin Palma en:  http://laboralistapalma.blogspot.com/

 

NOTA: Esta opinión es personal y no refleja la de la organización sindical a la que pertenezco.

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