Por: Juan Manuel López C
“En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira. Todo depende del cristal con que se mira…”
Parece que la sabiduría de los clásicos españoles podría enseñar mucho a los colombianos de nuestra época.
Como ilustración podemos tomar el caso del General Naranjo por ser el más desplegado últimamente. Homenajes van y homenajes vienen reconociéndolo como “el mejor policía del Mundo”.
La explicación o justificación de este título es que ningún funcionario antes había logrado éxitos como la captura de grandes capos de la guerrilla; de las bandas paramilitares en su doble modalidad, de Bacrim después de la reinserción y de rezagos de las autodefensas; de las grandes mafias del narcotráfico; de las peores modalidades de la delincuencia común; de los altos personajes de la política y lo grandes carteles de contratistas corruptos; etc. Él en cambio las había realizado, y no una sino todas.
Pero, claro, es que pocos policías del mundo tienen la oportunidad de llenar su hoja de vida con todos estos logros, porque prácticamente ningún país del mundo sufre de todos estos flagelos al mismo tiempo, y mucho menos con semejante intensidad.
No quita esto a los méritos del oficial, ni a su excelente hoja de vida. Pero por esa razón no se conoce de nadie -fuera de alguno de sus antecesores- que haya recibido esa calificación. Es posible que por el camino que va México alguno de sus oficiales llegue a ser heredero de esa distinción.
Algo similar aplica a varios o casi todos los rubros dónde los resultados del gobierno son “sobresalientes”: tenemos el decomiso de droga más grande del mundo o de la historia, pero porque el país trafica más que todo el resto del mundo reunido; logramos la reducción de homicidios más marcada del mundo, pero porque tenemos la tasa de estos crímenes más alta del mundo; lo mismo pasa con los secuestros; etc.
La última noticia es que somos uno de los 5 países más felices del mundo.
Eso en algo recuerda el periodo negro de la Presidencia de Andrés Pastrana cuando nos mostraban estadísticas según las cuales los colombianos competían por el liderazgo en cuanto a ser quienes más esperaban una mejora de su futuro inmediato. Otros en la misma situación eran los habitantes de la ciudad de Dubrovnik en Yugoslavia, recién destruida, y la cual, como Colombia, solo podría mejorar, porque no parecía posible llegar a una situación peor.
Es verdad que somos una nación con tendencia al goce y que buscamos las posibilidades y oportunidades para disfrutar al máximo posible. Para muestra la cantidad de festivales, reinados y carnavales que se repitan por todos los rincones de la Patria.
Pero para explicar el porqué ahora pudiera dispararse ese sentimiento, una eventual forma de entenderlo sería la de un columnista de humor de hace algunos años que mencionaba como un privilegio lo fácil que era ser feliz aquí, pues la felicidad era encontrar que no se habían robado los limpia brisas del automóvil al salir del cine.
No se trata de caer en el pesimismo, pero cuidémonos de tanta felicidad, y repitamos con el sabio castellano:
“Porque después de todo, he comprendido, Que lo que el árbol tiene de florido, Vive de lo que tiene sepultado…”