Por: Juan Manuel López C
La polarización política es hasta cierto punto un fenómeno natural. Tanto para quienes ven el problema de cómo ordenar una sociedad, como para quienes están pendientes de su propia suerte dentro de ese orden, las alternativas llevan a confrontar posiciones que se manifiestan en adhesiones a una u otra propuesta política.
En las circunstancias colombianas esta polarización se ha exacerbado básicamente porque el gobierno anterior se fijó como único objetivo el acabar con las FARC, lo cual creó dos formas de distanciamiento: la de quienes creían más en la solución política que en la solución militar; y la de a quienes preocupaba el poner toda la dedicación del Estado a un único propósito, o más exactamente a que al servicio de éste se cambiara el Estado de Derecho por el Estado de Todo se Vale.
Lo que sorprende ahora no es el grado de confrontación y de animosidad que caracterizó esa etapa (y que algunos desean mantener), sino el hasta que punto nos hace olvidar las realidades que para el mundo exterior son las que llaman la atención respecto a nuestro país.
En el Índice de Paz Global (IEP en su sigla en inglés) Colombia se ubica en el puesto 139 sobre 153 (detrás solo Irak, Pakistán, Israel, Afganistán y similares), y aquí todavía se encuentren sectores que defienden que no existe conflicto interno, y que por eso aspirar a encontrar caminos para la paz es ser iluso o simpatizante de la guerrilla.
Para el extranjero las estadísticas dicen que Colombia es uno de los tres países con más desigualdad del mundo; que tiene la guerrilla más antigua del planeta; que hay más desaparecidos que en ninguna otra parte; que tiene el problema paramilitar, motosierras, hornos crematorios, y falsos positivos.
También sobresalen como noticias que decenas –y ya casi centenares- de congresistas están enjuiciados; que ministros, magistrados, generales, son sindicados de toda clase de delitos; que los que aparecían como modelos de capacidad empresarial superlativa hoy son tachados de criminales; que desapareció el lindero entre el dinero honesto y el mal habido; hasta el tema del narcotráfico que nos hizo famosos hace unos años hoy es tema opacado por todos los anteriores.
Como si fuera poco sufrimos la tragedia del clima con inundaciones y derrumbes que más que acabar con parte de la infraestructura productiva acaban con las precarias condiciones de vida de millones de nuestros compatriotas.
Con la corrupción, guerrilla, droga, desigualdad, paramilitarismo, tragedia invernal, etc. que tenemos, debe ser difícil comprender desde afuera que los dirigentes del país estén reivindicando que el crecimiento va a ser más de lo esperado, que la clase empresarial siga solo preocupada por el rumbo de la economía, que la clase política solo piense en estrategias electorales, que lo medios de opinión se concentren en los twitters de las ‘viudas del poder’.
La gran pregunta es si las ‘mayorías’ aún ven los problemas con las prioridades que le dan los líderes nacionales, o como los perciben los comentaristas internacionales; si aún subsiste esa idea que pudo habérseles vendido de que lo único que requiere el país es acabar con las FARC; si la visión de esas ‘mayorías’ sigue indiferente al ‘todo se vale’; si hay conciencia de que lo que hoy se ve y se vive tiene relación con el modelo propuesto y utilizado, y la forma en que se aplicó en los últimos 8 años.