Por: Jorge H. Silva Besil
El modelo educativo implementado durante años por el gobierno nacional fracaso. La conclusión es lapidaria pero tiene profundos matices neoliberales, que deberán ser analizados por los expertos en la materia, pero salta a la vista con el producto del mismo. Basta analizar los conocimientos de los bachilleres y los profesionales, para detectar un nutrido número de vacíos, no en la parte técnica, sino en la humana. En efecto, el bachiller y el profesional, tienen en común un profundo conocimiento técnico, científico y en especial aritmético, pero en el conjunto del valor humano, no llegarían siquiera a un saber aceptable.
Los valores humanos, de los cuales se desprenden las realidades sociales, son laberintos verdaderamente inexplorados para la gran mayoría de los colombianos, quienes fueron victimas de un modelo educativo que nos excluyo lo social, por atiborrarnos de conocimientos técnicos que valoran lo material y minimizan el ser racional. Más nos han dominado por la ignorancia, que por la fuerza de las armas. (Bolívar)
Este paradigma educativo, se traslada desde luego al modelo electoral y su ineludible consecuencia, las elecciones. La ley electoral en nuestro país parte de un verdadero sofisma. El conocimiento del pueblo, es decir, de todos los que estamos en capacidad de elegir y ser elegidos, de las reglas de la democracia, sus derechos, obligaciones y consecuencias. Todo lo demás, se lo deja a la clase política, y en especial a los que pugnan por pertenecer a ella.
Desde luego, todo el proceso electoral necesita de un electorado informado, conocedor y responsable. Por el contrario el candidato, no tiene esa obligación, simplemente porque no se trata de su función, pues en los regímenes democráticos como el nuestro, no existe responsabilidad de quien postula su nombre a un cargo público, y mucho menos existen condiciones y requisitos importantes para llegar a la aspiración.
Así las cosas el problema solo es detectado en el justo momento de celebrar las elecciones. La compra y venta de votos, el traslado de votantes, la suplantación, son algunas de las múltiples circunstancias que se presentan en nuestra democracia, y que terminan en no pocas veces en la elección de una persona no capacitada para el ejercicio de la función publica. La conclusión sigue siendo cruel: La culpa no es del político, sino de quienes votan por el.
Quienes se dejan comprar o ejercen su derecho democrático sin responsabilidad, o simplemente no votan, son los responsables de todo lo que ha pasado y pasara en nuestra historia política. Todo esto paso únicamente por la ignorancia electoral producto de un modelo educativo lánguido. Basta analizar el fenómeno de la para política, en las poblaciones de la región Caribe, para darnos cuenta la magnitud e importancia de cambiar el modelo del proceso electora en la República.
La propuesta queda para el análisis que no se puede apuntalar en estas breves líneas. Pero le corresponde al Estado, implementar un nuevo modelo educativo, en especial en las áreas humanísticas, que contengan un amplio estudio democrático, para contribuir en un electorado más informado, e interesado verdaderamente en la responsabilidad de su candidato. Con todo, una nueva ley electoral, donde la organización gubernamental, fije topes económicos máximos a las campañas, con presupuestos acordes con el proceso, territorio y candidato, y por supuesto, financiados únicamente por el Estado, a fin de, por lo menos, dificultar las jugadas clásicas, en especial la compra de votos y la nefasta influencia de los contratistas, empresarios, y demás aportantes, que después limitan los intereses y compromisos sociales del electo candidato.