Inicio Jorge Hernán Silva Besil De la responsabilidad con la justicia a la justicia como responsabilidad

De la responsabilidad con la justicia a la justicia como responsabilidad

Sample ImagePor: Jorge Silva B.

<<Yo no amo la vida, sino la justicia, que está por encima de la vida>>. Así resume su credo revolucionario Stepan, uno de los terroristas de la pieza de teatro de Albert Camus << Los justos>>, estrena en 1949 . La acción se desarrolla en tiempos de la Rusia zarista, cuando un grupo de conjurados planea asesinar al gran duque. El encargado de lanzar una bomba al paso del coche de éste es el poeta Kaliayev, quien en contrapunteo con su compañero Stepan declara: << Entré en la revolución porque amo la vida >>.

El primer intento falla porque Kaliayev no se atreve a asesinar también a los niños que acompañan  al noble: <<Yo no podía prever…Niños, niños sobre todo. ¿Has mirado a los niños? Esa mirada grave que tienen a veces. Nunca he podido sostener esa mirada…>>. El radical Stepan demuesta la debilidad que trasunta este arrepentimiento, y a la pregunta de Dora, otra de las integrantes de la célula terrorista, sobre si él podría disparar a quemarropa sobre un niño, responde no sin cierto titubeo: <<Podría, si la Organización lo ordenara >>. Para él, el sufrimiento de los miles de niños que mueren de hambre a causa de la opresión justifica con creces la muerte << de los dos perros sabios del gran duque >>. En cambio, su interlocutora le replica que <<la Organización perdería su poder y su influencia si tolerara, por un solo momento, que nuestras bombas aniquilaran niños >>.

Dos días después, Kaliayev comete el atentado y prácticamente se deja arrestar por la policía. En la cárcel, el prisionero protesta ante la acusación de asesinato: <<Arrojé la bomba contra la tiranía de ustedes, no contra un hombre  << Sin duda __ apunta Skuratov, jefe de la policía.

Pero fue un hombre el que la recibió>>. La justificación de Kaliayev de no haber cometido un crimen sino un acto de justicia tampoco convence a la viuda del duque, quien lo visita para persuadirlo de arrepentirse. Si, como el conjurado alega, aquél <<encarnaba la suprema injusticia>>, ¿por qué haber perdonado antes a los sobrinos del duque, que por su pertenencia social eran tan culpables como el tío? Ante los reclamos de la duquesa, Kaliayev le solicita que lo deje prepararse para morir: <<Si no muriera, entonces sí sería un asesino>> Pero ella le espeta: <<No. Debes vivir y convencerte de que eres un asesino>>.

El drama termina en el escondite de los terroristas, cuando éstos se enteran de que su compañero permaneció firme hasta el final. Los hombres celebran las palabras de Kaliayev en el juicio que se le siguió: <<Si he estado a la altura de la protesta humana contra la violencia, que la muerte corone mi obra con la pureza de la idea>>. Dora llora por él y por todos ellos: <<El quería la pureza, sí. Pero ¡qué atroz coronación¡>>. Gracias al cadalso, Kaliayev <<ya no es un asesino>>, pero si la muerte de injustos como el duque y justos como el poeta es el único camino, reflexiona Dora, <<no vamos por buen camino. El buen camino es el que conduce a la vida…>>. Sin embargo, antes de caer el telón, la mujer se ofrece a arrojar la próxima bomba para que la muerte también la redima a ella.

El mérito literario de Camus reside en revelarnos en toda su grandeza y su miseria la situación de los justos. Stepan lucha por la justicia en nombre del resentimiento y del odio, y por eso ha renunciado a cualquier escrúpulo moral que le impida cumplir su misión justiciera. A nombre de la vida, Kaliayev se ve desgarrado entre la decisión de extirpar la injusticia y los medios injustos a que debe recurrir para lograrlo. Dora aprende de él que la única justificación posible para el justo es la muerte, pero entonces ¿para qué la justicia?

Véase A. Camus, << Los justos>> (1949), traducción de Aurora Bernárdez y Guillermo de Torre, en Obras, tomo II, Madrid, Alianza Editorial, 1996, pp. 81-171.
 

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