Por: José Eduardo Bolaños Celis
Es paradójico —y hasta vergonzoso— ver como los barranqueños cada vez pierden más terreno en su propia ciudad. Tal los casos de, por ejemplo, la ‘veda laboral’ que sufren en en el Corregimiento El Centro, en donde «no puede trabajar ningún barranqueño que no resida en esa comarca» so pena de ser rechazado, expulsado y hasta amenazado por los lugareños quienes aducen, «exclusividad territorial» en el acceso a las oportunidades laborales.
Si el caso lo trasladamos, por ejemplo, a Campo Galán, la comunidad de este sector, al igual que la de El Centro, NO permite que ningún barranqueño labore en las obras básicas de adecuación que adelanta Ecopetrol o el Consorcio Transfigura Impala. Ellos dominan y controlan el empleo en ese sector.
Ahora bien, si nos desplazamos hacia el corregimiento El Llanito —y el escenario son las escasas oportunidades de empleo del orden territorial— la situación no cambia.
Si por último se revisa la ocupación laboral en el corregimiento de La Fortuna o la Meseta de San Rafael, en ninguno de esos lados puede aparecerse un joven o un padre de familia, que resida en el casco urbano de Barrancabermeja, porque de inmediato es amenazado tanto el susodicho como el contratista de turno que intente ceder.
Lo paradójico y ridículo del asunto está en que, al revisar, por ejemplo, la cédula de ciudadanía de procedencia de muchos de los lugareños de estos corregimientos, precisamente la de aquellos que vetan la mano de obra calificada y no calificada de los barranqueños, se encuentra que estos pocos o ninguno han crecido en estos lugares y muchos ni han nacido allí.
Lo cierto es que muchos de estos «acotadores» del empleo regional corresponden a desplazados o inmigrantes de las dos últimas décadas, y quienes, gracias a una mal entendida benevolencia de las autoridades locales, se instalaron en estas zonas y hoy ejercen «un poder» intimidador, discriminador y expulsor de miles de barranqueños de su propia ciudad y las pocas oportunidades que ésta genera.
Los ecos de la frase más estúpida, que en el pasado alguien pudo haberse ingeniado para describir la nobleza de esta ciudad: “Barrancabermeja, la ciudad que todo lo da de sí y nada recibe”; riega su inocente desgracia sobre la cabeza de los cientos de barranqueños pertenecientes a estas nuevas generaciones.
La ciudad y el sueño de progreso termina para los barranqueños, de adopción y nacimiento, en la estrecha frontera de lo urbano; lo rural le es terreno negado.
En lo urbano, la situación parece adquirir, de a poco, el mismo cariz.
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JOSÉ EDUARDO BOLAÑOS CELIS, estudió Magister en Filosofía en la UIS (Universidad Industrial de Santander), especialista en Docencia Universitaria de la UCC (Universidad Cooperativa de Colombia).
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