Por: Juan Manuel López C.
La cultura de la clase nueva china entra al consumismo capitalista como una avalancha que nada parece poder detener.
Al salir de Colombia se encuentra uno, como es lógico, con un mundo diferente.
Ni Uribe, ni Santos, ni se sabe del proceso de Paz, de la decadencia de nuestros partidos, ni de la corrupción, etc.
Se destaca la presencia del terrorismo, pero sobre todo por las medidas para contrarrestarlo; se debate sobre las políticas de inmigración en relación con los exilados de los países en guerra; y se espera la recuperación económica, dependiente de un proceso global más que local.
Y, dándole el significado de más peso que el que tuvo Obama como factor de cambio, se hacen comentarios sobre Trump (negativos generalmente).
Pero lo que más llama la atención es lo que se podría llamar ‘la ola amarilla’. En todas partes se ven oleadas de chinos (de la China).
Ya se conocía la incidencia de su país en los mercados tanto en el abastecimiento de productos de consumo masivo como en el consumo de materias primas.
Pero ahora lo que se ve es la presencia de una cultura diferente —y desconocida— que pone a pensar en la influencia que tendrá en el futuro.
No es ni tiene que ver con la cultura milenaria que se encuentra en los manuales de historia.
Es la cultura de la clase nueva que entra al consumismo capitalista como una avalancha que nada parece poder detener.
Ya habíamos superado el racismo y el clarísimo y en nuestra cultura de Occidente hasta las reivindicaciones feministas parecen un poco obsoletas.
La transformación que creemos estar tramitando es hacia la reivindicación de la igualdad total que iría desde las características raciales, pasando por las clases sociales hasta las diferentes características de género (LGTB).
Pero cuando apenas acabamos de superar (o estamos superando) los prejuicios contra las relaciones interraciales, de clases económicas o de orientación sexual, nos tocará adaptarnos al contacto con esa nueva cultura.
Porque uno de cada cuatro seres humanos pertenece a esa categoría y es de prever que toda clase de contactos y de influencias nuevas aparecerán a medida que hacen prendía fuera de su propio mundo.
Por el momento no solo poco se conoce sino bastante es la molestia que producen con su comportamiento.
El mundo tendrá que adaptarse a ellos y intentar que adopten ellos nuevas costumbres. Pero en ese proceso no solo se mezclarán las razas sino también algo incidirán en un cambio de valores.
Cuando aún estamos digiriendo la asimilación de lo que ahora para ser políticamente correcto se deben denominar afrodescendientes; superadas las luchas por la igualdad de derechos, primero de las mujeres y ahora de las diferentes orientaciones sexuales; superados los prejuicios de clase y los conceptos elitista; y el momento que parece estar en su máximo punto, la llamada confrontación de civilizaciones con el choque con el fundamentalismo islámico; se viene ahora un nuevo reto para la humanidad en la forma que se tramite la inserción de una cuarta parte de la población del planeta al ya difícil acomodamiento en el mismo planeta.
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