El Abierto de Australia, el primer Grand Slam de la temporada, empezó sin Novak Djokovic, el deportista más esperado del torneo. Djokovic, quien se ha negado a vacunarse, fue deportado de Australia luego de una semana de papeleo judicial y ruedas de prensa airadas.
A Djokovic, no se le deportó por no querer vacunarse —de hecho se le otorgó una exención médica— sino porque la autoridad consideró que el suyo era un asunto de “interés público”.
También se supo que, tras recibir un diagnóstico positivo de covid, viajó y acudió a reuniones sin mascarilla y que la documentación presentada a las autoridades migratorias contenía información errónea.
Nuestro análisis noticioso explica que el tenista que quería jugar con sus propias reglas fue sancionado por un país resuelto a poner el bienestar común por encima del individual.
“Los australianos han hecho muchos sacrificios durante esta pandemia y están en su derecho a esperar que se proteja el resultado de dichos sacrificios”, dijo el primer ministro de Australia.
El caso hace pensar en dos crisis recientes en el Reino Unido, también relacionadas con el comportamiento de hombres poderosos que creen que las reglas no aplican para ellos: el príncipe Andrés y las acusaciones de abuso sexual en su contra, y el primer ministro Boris Johnson, quien ha sido criticado por asistir a una fiesta cuando el país estaba en confinamiento.
El equilibrio entre el bien común y la libertad individual sigue siendo muy delicado en tiempos de pandemia.
Para los funcionarios chinos, “el control del virus es lo primero”, escribe la columnista para Asia del Times, Li Yuan, y “la vida, el bienestar y la dignidad de la gente están en un segundo plano”.
Ella afirma que la obsesión del gobierno chino con una política de “cero covid” ha provocado atropellos como aislar comunidades vulnerables y, veces, a dejar sin acceso a comida y salud a quienes los necesitan.
Y la pandemia también ha evidenciado que hay algunas personas mucho más vulnerables que otras ante el virus.
Este es el caso de quienes no se han vacunado, de los niños y de las personas inmuno deprimidas. En una columna reciente de opinión, dos médicos especialistas aseveran que, aunque ómicron tiende a ser más leve, los pacientes de cáncer, los receptores de trasplantes y otros con padecimientos crónicos siguen estando en peligro a causa del virus.
En Estados Unidos, muchos de estos pacientes han empezado a vacunarse contra la covid por cuarta o quinta vez, a pesar de que las autoridades no lo recomiendan.
“Las personas con alto riesgo no deberían sentirse solas en su búsqueda para estar protegidas”, opinaron los médicos. Vacunarse, insistieron, es otro modo de proteger a los demás.
También los padres de niños menores de cinco años están sufriendo desproporcionadamente los efectos de la actual ola de ómicron, escribe Jessica Grose, columnista experta en temas de crianza: “Estamos más allá de los tópicos reconfortantes, de las recomendaciones de hacer yoga y de las promesas de los políticos de que habrá un remedio razonable durante los brotes de COVID-19, que ya son una parte previsible de nuestras vidas”.
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