El pararse el corporado Darinel Villamizar Ruiz sobre su curul -para dejar por las nubes sus reclamos y diferencias a la mesa directiva del Concejo de Barrancabermeja- fue el hecho político de la semana en el Distrito, motivo de todo tipo de memes y comentarios que no son el motivo de esta columna.
La razón de este escrito, entonces, es la de recordar otros hechos similares ocurridos en la historia centenaria del hoy Concejo Distrital.
Por ejemplo, en tiempos de la llamada ´gloriosa´ ANAPO (Alianza Nacional Popular), las diferencias en los debates se resolvían a plomo limpio. La Anapo tenía para los años 70 mayorías que siempre llegaban ‘mancadas’. Sobre la curul no se subía el concejal, pero si su respectivo trueno, tote, pistola o revólver. De la pretina a la curul: Concejo de Todos, podríamos decir.
Clavícula rota a Serpa
Y aunque usted no lo crea, Horacio Serpa Uribe, que era oposición a la aplanadora anapista, y quien también andaba ‘mancado’ para entonces, resultó herido en una friolera de esas que solían darse en el Cabildo. Pero, vale decir, esa vez no fue a plomo, esa vez fue a ´muñeca limpia´. Serpa, en acalorado debate, terminó envuelto en un remolino de puños anapistas. En medio de ese pugilato, aunque usted no lo crea, le rompieron una de las clavículas a quien camino al hospital alcanzó a gritarles a los anapistas: ¡Mamola!
Fue una marca que al doctor Serpa le dolió más que perder la Presidencia de la República con Pastrana. Desde entonces, ese hueso no le encajaba bien y se le salía con frecuencia. No digo el nombre del triturador de la clavícula serpista porque ya eso es historia patria, patria boba.
La clavícula conecta la parte superior del esternón con el omóplato. Algunas causas frecuentes de la fractura de clavícula son las caídas, las lesiones deportivas, los traumatismos por accidentes de tránsito y peleas en el Concejo de Barrancabermeja, en medio de acalorados debates de adición presupuestal, por ejemplo.
Cachetada al Gordo
Otro acto bochornoso que yo recuerde lo propició una dirigente conservadora que odiaba las alianzas de los suyos con los liberales, hecho que al muy recordado amigo Gabriel Galvis, alma bendita, lo tenía sin cuidado, pero que le costó el ´tramojazo´ de la dama azul.
Ocurrió que el Gordo Galvis, como todo el mundo lo llamaba, hizo mayorías con los liberales del FILA, luego de la respectiva entrega a domicilio de sendos bagres ´mamonudos´. A a doña María Eugenia Angarita de Niño, alma bendita, no le gustó para nada la actuación de su concejal Galvis. Salida de sus cabales, la mujer azul saltó la barda de las barras del Concejo y de inmediato inició un concierto de cachetadas que izaron hasta el techo al corporado. Le dio tan duro, tan duro, que el Gordo Galvis casi pasa hambre por allá arriba.
Ladrillazo
Y apunto un tercer hecho que no fue propiciado por los concejales, pero sí ocurrió en ese recinto de la democracia.
Érase una vez que el entonces alcalde Ulpiano Díaz Ardila salía de la instalación de un periodo de sesiones ordinarias -y como para entonces no había escoltas de la UNP- el desprotegido burgomaestre fue recibido por un energúmeno ciudadano que le reclamaba por un lote que le había invadido y que se hallaba ubicado en plena vía pública, en una avenida. ¿Cómo la ve?
Ese hombre energúmeno le sembró severo ladrillazo en la cabeza a don Ulpiano, hecho que no le abrió la testa, pero si el camino para luego ser secretario de educación de Santander. «Casi me mata el hideputa», alcanzó a decir mi padrino después de recobrar el conocimiento. Con una crónica sobre ese hecho, fui ganador este año de un premio de periodismo. Gracias padrino por prestar su cabeza para estos nobles propósitos.
Micrófonazo´ de Yidis
“Round en el Concejo”, así tituló la prensa nacional en 1995 cuando Yidis Medina, de apenas 23 años de edad era concejal y llegaba en minifalda a la corporación edilicia, gesto que en nada agradaba al presidente del cabildo para entonces, Jorge García. El corporado tenía su credencial de concejal por el apoyo brindado por una o varias iglesias cristianas. Como podrán entender, a García las minifaldas de Yidis no iban con su credo religioso.
Así las cosas, cada vez que Yidis Medina (reconocida más tarde por la Yidispolítica) pedía la palabra el señor García se la negaba. No sabía él de quién era vecino. La concejala optó entonces en la histórica sesión de llegar hasta la mesa de la presidencia y sin pensarlo dos veces, se ajustó la corta falda, tomó el gigante micrófono de la mesa directiva que pesaba media arroba, y se lo sembró en la muñeca izquierda del concejal de los cristianos.
Una pulsera de oro puro que lucía el presidente García se quebró en pedazos, como en pedazos le quedó el brazo con las fracturas de su cúbito y su radio de la mano izquierda la tibia y hasta el peroné porque el micrófono fue a dar a sus pies. “Por eso soy de derecha, porque Yidis me jodió la izquierda”, me dice Jorge García cuando le preguntó por este “round” del Concejo.
Y Yidis, por su parte, me dice riéndose: “Pero me dio la palabra el muy bellaco”.
Arrodillada
Termino diciendo que contrario al concejal Darinel que se subió al techo para pedir el uso de la palabra, este servidor se arrodilló en medio de la plenaria del Concejo, en condición de consejero de cultura, para pedir que aprobara la estampilla pro – cultura y así fue. Yo únicamente vi el piso sucio de la plenaria, pero Villamizar Ruiz vio los nubarrones de la política por allá en el techo, mientras desde sus cuadros Lara Parada, Rafael Fernández, Orlando Higuita, entre otros, miraban con asombro.
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