Afrontamos la pandemia con desconocimiento del coronavirus, y peor aún, sin saber la respuesta o la variabilidad de los seres humanos a la infección.
En ese escenario, se movió la matemática epidemiológica, haciendo su trabajo sobre supuestos, produciendo modelos apocalípticos sobre los cuales los gobiernos tomaron decisiones. ¡Los modelos no se cumplieron!
La búsqueda de un medicamento y de una vacuna se volvió la prioridad esperanzadora. Las evidencias empezaron a derrumbar tratamientos temerarios y hoy estamos como hace seis meses bajo la tiranía de la esperanza y lo que es peor, bajo la tentación tiránica de los gobernantes.
Se vienen acumulando datos que deben guiar las decisiones que tal vez no veamos.
Nos muestran victimas visibles, aquellas que las autoridades cuentan en los municipios, en los departamentos, en los países, en el globo. ¡Nadie cuenta las víctimas invisibles! Aquellas que mueren por sus enfermedades atendidas tardíamente o por la tragedia económica.
Los datos de empleo, de ingreso, de equidad, de pobreza, de concentración de riqueza, son datos de calidad suficientemente conocidos para que los expertos hicieran modelamientos, esos sí basados en datos reales, que valoraran el impacto del confinamientos y demás restricciones a las libertades.
Si los hicieron, no los divulgaron.
En lugar de abrumarnos con el conteo diario de víctimas visibles, debieran informarnos cuántos mueren por las medidas tomadas. Qué tanto aumenta la pobreza y la enfermedad mental, qué tanto se pierde en materia de libertad y equilibrio de poderes.
No basta mencionarlo, hay que contarlo como a los muertos que infunden un miedo que crece con números y narrativas fantasiosas. Hay que hacer visible lo invisibilizado.
De acuerdo con informe de la OMS “cada año hay 650.000 defunciones relacionadas con la gripe estacional… y por enfermedades respiratorias, cuatro millones”. Al momento de escribir la columna, y a seis meses del primer caso en Wuhan, han muerto 362.000 personas por el virus emergente, en Colombia 939.
El año pasado durante el segundo trimestre, murieron 2.109 colombianos por infección respiratoria aguda. Alejar al miedo y la manipulación son necesarios para vivir el milagro de estar vivos, tanto como alejar el contagio, con la distancia y la prudencia.
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