Cuando los periodistas somos la noticia, algo anda mal. Cuando el presidente de un país no dice nada, todo anda al garete. Cuando los ciudadanos se vuelven locos, hay que parar el clic y el like y pensar.
Cuando ni el fútbol salva, el cinismo Vélez gana. Todo esto nos recuerda que el problema somos los periodistas.
Esta realidad periodística anda muy loca. Dos periodistas se sacan los trapos al video (y desilusionan al gremio). Una selección de fútbol de machos pierde sin pena ni gloria (y desilusiona a un país). Un hincha del América de Cali muere mientras es grabado como en Black Mirror (y desilusiona al fútbol). Asesinan a otro líder social y ya van 35 en el 2020 (y desilusiona que el comandante de las fuerzas militares no se conduela como con Popeye). Un joven en su bici se estrella contra un carro de los que llevan plata y le pegan un tiro.
Todo mal, todos muy fuera de sí. Estamos muy locos. Y el presidente Duque no dice nada de nada. Raro esto de un presidente que no se da por enterado de nada: ante nada opina. Solo de naranjas y maduros. El problema no es la “intolerancia”, ni Duque, ni Popeye, ni la Merlano, ni los desadaptados; el problema somos nosotros los periodistas.
El periodismo anda mal
Hassan Nassar es lo que se llama un periodista exitoso en puestos (NTN 24, Cable Noticias, Red+, la FM, Noticias RCN TV, RCN radio, Presidencia de la República) pero no en obras memorables de su periodismo. Vicky Dávila es lo que se dice una periodista exitosa de medios (Noticias RCN TV, la FM, la W, Revista Semana) pero poco se recuerda de un gran trabajo para la historia del periodismo. Dos figuras del periodismo de clics y likes, dos formas del éxito en Twitter y en redes digitales. No importa tanto que de un lado esté la estrategia presidencial de atacar antes que contestar, acusar antes que responder, y que Duque no diga ni haga nada. Tampoco que del otro esté la estrategia de Vicky de ganar clics como sinónimo de éxito. Los dos son fenómenos de estos tiempos donde todo lo damos por un like.
Este incidente Hassan-Vicky, y la bodega uribista y el orgasmo mediático con Popeye y con la Merlano, nos lleva a pensar en el periodismo que hacemos en Colombia. Es urgente que como gremio hagamos un examen de conciencia periodística. Todos estos casos demuestran que estamos enloquecidos por los clics, que buscamos ser tendencia sin medir reflexión, que buscamos desesperadamente la pelea del momento y que eso de informar con fuentes, datos, documentos, criterio y contexto, eso desapareció.
Estamos en el periodismo de lucha contra alguien y contra todo.
Nos quedamos en un periodismo de guerra que poco sabe de informar en las ambigüedades de la paz.
Le podemos echar la culpa a las redes, pero no son ellas, somos los periodistas los que convertimos a las redes en la noticia. Y, a la inversa, somos los periodistas los que queremos ser la noticia de redes.
Somos los periodistas los que incendiamos la vida cotidiana y la política buscando la carroña, la pelea y eso etéreo que llamamos “la intolerancia”. Somos los periodistas los que premiamos al agresivo y al bully sobre el razonado y con criterio. Somos los periodistas los que amamos los matoneos de Uribe y de Petro. Somos los periodistas los que celebramos a Popeye como héroe y subrayamos la moda de la Merlano. Somos los periodistas los que nos conformamos con que Duque sea la nada, Uribe el todo. Somos los periodistas, no le echemos la culpa a la realidad. Estamos teniendo prácticas periodísticas precarias. Somos los periodistas.
La vida cotidiana anda mal
Y ya ni el fútbol nos salva. Ese triste y patético espectáculo de una manada de muchachos de selección, pero sin ganas, desangelados y en plan de estrellas, que fueron eliminados sin pena ni gloria. Más triste fue la tragedia de un ser humano asesinado por una camiseta y las declaraciones del presidente del fútbol, Jorge Enrique Vélez, quien dijo que la muerte del hincha no era su responsabilidad ni la del fútbol. “Eso es asunto de seguridad urbana y eso no tiene nada que ver con fútbol”, dijo, (obvio él está para hacer billete, nada más).
Y el presidente Duque ni muuuuuu, nada dice, nada estorba, pero se despierta y pide el Mundial de Fútbol 2030, otra nube, otro de sus humos desconectados de país; hasta el presidente Vélez del periodismo iracundo y uribista se quejó de la idea del presidente: “Eso va a servir para distraer a la opinión pública y que no miremos más a Santrich, a la justicia parcializada, el peligro del vecino genocida, nuestros problemas sociales, ciudades destruidas, a la guerrilla activa, un proceso de paz inexistente, inseguridad galopante, invasión venezolana, pobreza, desigualdad”.
Como se puede ver: una prueba más del buen periodismo deportivo lleno de odio y venganzas, y después decimos que es culpa de los hinchas y de los desadaptados. Es problema de nosotros los periodistas que en fútbol vendemos odio y dejamos el criterio para mejores tiempos.
Y muere otro líder social y ya van 35 en el 2020, y el periodismo informa y ya, pasa a una mejor pelea. Y Duque nada. Y los periodistas no exigimos al gobierno, nos conformamos con sus declaraciones retóricas, pero tampoco investigamos por qué los están matando, no contamos sus vidas, que no son bogotanas y que no dan clics; no contamos que los matan por defender el agua, los derechos humanos, la tierra, el feminismo, la dignidad. Mueren y no los contamos y se nos olvida que en la muerte nace el relato.
Es pésimo que Duque no haga ni diga nada, pero es peor el periodismo que hacemos sobre estos héroes del territorio: no sabemos contarlos, nos quedamos con la versión de la policía y las retóricas del Palacio.
Al periodismo colombiano le falta territorio, realidad de abajo, estar con la gente.
Un joven en su bici se estrella contra un carro de los que llevan plata y le pegan un tiro. Un hombre bota por las escaleras a una mujer porque le estaba pateando mucho la silla en cine. Y decimos que es producto de la intolerancia, y con eso quedamos bien, y no investigamos por qué somos tan agresivos, de dónde nos viene esa bronca.
Y no nos damos cuenta de que no es un asunto de buena onda, estamos como sociedad enferma de rabia y violencia cotidiana, la vida nos está apachurrando, y no hacemos periodismo sobre esos dolores que nos carcomen y matan.
No hacemos periodismo, salimos con consejos de peluquería y a eso lo llamamos periodismo.
Y la pinchada masiva para que haya trabajo para montallantas. Nos parece inaudito, pero hasta reímos del ingenio a la colombiana. Y ahora más cuenta chistes. Ese es el periodismo que más hacemos: el de chistiar y sexualizar y morbosear. Un periodismo que no se toma en serio la realidad, pero sí a los políticos del matoneo, a las redes de la bodeguita, al clic y al like. Somos los periodistas los que debemos hacer la diferencia.
Pero por ahora, más Popeye y más Aida Merlano y que siga la fiesta periodística y política. Nada importa.
Y estamos locos. Y Duque no dice nada. Por ahora, en Colombia practicamos el periodismo Popeye, el periodismo Merlano. Y por eso la sociedad cada vez nos quiere menos. Somos los periodistas.
Original tomado de: 070 – Uniandes
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