¿No tiene Colombia muchos temas muy complejos que deberían ocupar el espacio y la mente del gobierno, para buscar soluciones, en vez de tantas energías puestas en derrocar a Maduro?
Lo que viene sucediendo en Venezuela es la suma de todas las crisis posibles.
Para empezar, la situación económica ha llegado a niveles inimaginables con una capacidad productiva destruida y sin posibilidades de recuperación ni siquiera en el mediano plazo.
Una situación social desesperada para la mayoría de los habitantes que no han emigrado, para no hablar de aquellos que siguen buscando cómo sobrevivir fuera de su país.
Una situación política que nadie, ni los mejores analistas logran descifrar claramente. Caos que además cuenta con respaldo internacional precisamente de regímenes poderosos y peligrosos para quienes defienden la democracia.
Para Colombia la crisis venezolana ha complicado la nada fácil realidad nacional. Más allá de 1 millón y medio de inmigrantes que Colombia ha recibido con un alto grado de solidaridad, la realidad es que presionan el sistema educativo porque vienen llenos de niños y además el de salud que ademán atiende la gran cantidad de madres embarazadas y enfermos.
Se empieza a cuestionar la hipótesis de que la crisis del mercado laboral que vive el país con tasas de desempleo de dos dígitos es culpa de los venezolanos. Por el contrario, los inmigrantes tienen niveles de desocupación que casi doblan los índices de los colombianos.
Pero además, esta población que desplaza en algún grado mano de obra colombiana está siendo explotada por los empresarios que abusan de la posición de debilidad que enfrentan los venezolanos y les pagan miserables remuneraciones por su trabajo.
Muy por debajo de lo que manda la Ley, pero nadie dice nada y menos la ministra de Trabajo. También es cierto que Maduro y su grupo les abrió la puerta a cabecillas del ELN y a los disidentes de las FARC generando una realidad muy difícil de manejar para el gobierno colombiano.
Pero ante la mano de problemas que tiene actualmente Colombia que no logra avanzar en temas críticos como la profunda desigualdad, la corrupción desbordada y una crisis de la política que puede llevar a situaciones inmanejables en muchas regiones controladas por mafias, dos preguntas están en la mente de muchos cuando se observa la absoluta prioridad que tiene la crisis venezolana en la agenda no solo internacional sino nacional del gobierno actual.
La primera es: ¿era necesario asumir semejante compromiso en derrocar a Maduro con el costo de cortar totalmente las relaciones diplomáticas dejando por fuera cualquier comunicación oficial y no oficial y convirtiéndonos en el gran apoyo de Guaidó?
Al presidente Duque se le fue la mano porque hoy con el presidente interino de Venezuela muy debilitado porque no ha podido consolidar la oposición en su país, ese costo también lo está asumiendo Duque.
Pero la otra pregunta que ya está siendo objeto de caricaturas en la prensa nacional es la siguiente: ¿No tiene Colombia en estos momentos muchos temas muy complejos que deberían ocupar el espacio y la mente del gobierno, para buscar soluciones, en vez de tantas energías puestas en derrocar a Maduro?
Esta confusión del gobierno obedece claramente a la falta de prioridades explícitamente establecidas en la Constitución y a su obsesión de darle gusto a Trump, como muchos columnistas entre ellos Caballero en Semana, ya lo afirman sin tapujos.
Ahora que el presidente estadounidense está en la cuerda floja, ojalá el presidente Duque y el gobierno en general entiendan que debe mirar mucho más, el complejo panorama interno que tienen la obligación de tratar de resolver.
Sin desconocer que tenemos que seguir siendo solidarios con el pueblo venezolano y formar parte de los países que piden cambios en el manejo de este pobre país, la verdad es que necesitamos que el gobierno establezca mejor sus metas internas e internacionales, y el alcance de su inmediata responsabilidad.
Demasiados paros que son una muestra de insatisfacción de la ciudadanía; demasiada violencia entre otras contra estudiantes que tienen derechos a protestar; demasiados líderes asesinados que el gobierno no logra prevenir; y para completar el panorama, una campaña electoral con mucha sangre, corrupción y dominio de clanes regionales perversos.
Por ello es fundamental plantear de nuevo: ¿es Venezuela nuestro peor problema?
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