Por: Alberto Cotes Acosta.
“La ética es una guía para la acción diaria. Es un referente contra el cual se contrasta la conducta individual. Es el nexorable camino que cada persona debe emprender para alcanzar una estatura verdaderamente humana.”
VLADIMIR ZAPATA.
Profesor Universidad de Antioquia – Facultad de Educación.
En las últimas horas se ha dado a conocer por las redes sociales el presunto plagio que hizo de parte de su programa de Gobierno uno de los candidatos a la Alcaldía de Barrancabermeja y el cual presentó a las autoridades electorales. Apartándome del aspecto legal del asunto —que supongo las autoridades pertinentes entrarán a revisar— me quiero referir al aspecto ético y moral del asunto.
Éticamente se puede señalar que el plagio es un acto mal visto.
Las ideas de las personas son tan respetables como su dignidad y su valor como ser humano, es decir, todos merecen el reconocimiento por todo lo que surge de su mente, lo cual lleva implícito lo que es justo.
El hecho que el candidato de marras haya tomado el programa de gobierno del actual alcalde de El Espinal (Tolima), Orlando Durán Falla, le haya cambiado el orden de algunas de ellas, las haya parafraseado —sin decirle nada a ese alcalde (supone uno)— es abusar de la primera autoridad de ese municipio tolimense, lo que definitivamente parece indicar que el candidato, que se muestra como ‘transparente’, tiene malas mañas y muy seguramente este tipo de conducta en el futuro lo llevará a realizar actos de mucha más gravedad.
¡Imagínense gobernando a Barrancabermeja con esa laxitud ética!
Los ciudadanos barranqueños tenemos el deber de actuar entonces con suma prudencia, siguiendo la tesis Aristotélica de que las decisiones se deben tomar previamente deliberadas y seleccionadas con inteligencia, no solo basados en la satisfacción o el placer, sino también sopesando las consecuencias a futuro, es decir, ¿Qué más es capaz de hacer este ciudadano una vez esté dirigiendo los destinos de Barrancabermeja?
El ser ético, decente y honrado es un sacrificio que tiene un gran costo (sobre todo en estos tiempos) pero que no es doloroso, porque por medio de ese comportamiento se llega a la felicidad y plenitud futura (el ser excelente), más en tratándose de ocupar un cargo público de tanta importancia.
Así como el buen comportamiento desde la cuna (valores enseñados en el hogar) son difíciles de modificar en el hombre maduro, las ‘malas mañas’ también lo son.
Esas ‘malas mañas’ del candidato ‘copión’ que —utilizando como trampolín un programa institucional de la Policía Nacional— se trepó en la ‘aventura’ de ser candidato a la Alcaldía Municipal de una ciudad tan difícil de gobernar como Barrancabermeja, es apenas la ‘punta del iceberg’ de un comportamiento personal que en el fondo nadie conoce.
—¿Qué más será capaz de atreverse a hacer una vez tenga el poder?
—¿Qué más son capaces de “cranear” sus “sabios” asesores”?
Ser ético significa acatar las reglas morales establecidas; es tener conciencia, ser reflexivo, hacer uso honorable de la razón, ser responsable, leal y justo. Nada de eso parece ser ‘el candidato de la copialina’ con su comportamiento antiético, que no solo burla a sus seguidores, sino a todos los ciudadanos de Barrancabermeja, incluso al ‘Dios’ que siempre tiene a flor de labios.
Prevalece en el actuar de ese señor un antivalor: La deshonestidad.
Vivimos en una sociedad permeada por los ‘antivalores’, que no se rige por normas.
Hoy, para muchos, todo es fácilmente adaptable y como evidentemente hemos visto en las últimas horas, muchos salieron a defender al señor ‘candidato de la copialina’ y lo más grave a señalar y agredir a quienes criticamos su accionar y hasta a amenazar a los periodistas que difunden el exabrupto, perdiendo de vista que quien está actuando mal es el propio candidato que defienden.
La sociedad barranqueña en su conjunto está cansada de tanto irrespeto y de tantas “malas mañas”. Incluso, hasta el mismo cuestionado candidato salió a pregonar en redes sociales que: “a la gente de carne y hueso no le importa eso” y que “son simples similitudes”. Nada de eso, a la gente si le importa, por lo que un plagio tan evidente no son simples similitudes, es una falta de respeto con Barrancabermeja.
En resumidas cuentas, por un lado estamos los que queremos y defendemos actuaciones éticas en el ejercicio de lo público, inclusive exigiendo de las autoridades penas y castigos a quien realice este tipo de burdas copias; y por el otro lado, tenemos a un sector de la sociedad que no condena estos actos, donde ‘el silencio cómplice’ permite sospechar que muchos se benefician de las trampas para realizar estos actos alejados de la transparencia.
El plagio es un acto que socialmente es condenado. En el tema que me concita a escribir esta nota, no hay claridad jurídica, la cual debería conducir a penas que no solo repudien, sino que condenen efectivamente estos actos tan bochornosos.
Según el filósofo alemán, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, el plagio no es competencia de la crítica literaria, ni de la justicia, pues no es más que una cuestión de buenos modales. La ética es teoría, en la medida que se basa en lo filosófico y científico de lo moral, estudia los comportamientos del hombre que convive bajo reglas y normativas; la moral en cambio es práctica, ya que abarca la conciencia individual de las personas en términos de sus actuaciones.
El plagio es antimoral y antiético como comportamiento y en ambos casos contrario al “deber ser”. Así las cosas, el plagio es una afrenta a la dignidad humana.
A mi manera de ver yo —que me he enfrentado en mi condición de poeta al plagio muchas veces a lo largo de mi vida— lo más terrible cuando se comete plagio, es la convicción del que lo comete creyendo que el resultado obtenido pertenece a su inteligencia, cuando no es más que una baja valoración de sus capacidades intelectuales.
El que comete plagio, no piensa por sí mismo, no sabe quién es, no sabe qué hacer, es un ente vacío, no tiene nada que decir al mundo, solo lo que otros ya pensaron. Tal vez suene durísimo, pero esa es la realidad de quien comete plagio, porque si hay alguna cosa de la que estoy convencido es que el que comete plagio —en este caso el candidato a la alcaldía— no puede salirnos ahora que ‘desconocía’ que deliberadamente se estaba apropiando de las ideas y el trabajo de otras personas, o peor aún, «que eso no tiene ninguna importancia».
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ALBERTO COTES ACOSTA es un habitual columnista de BARRANCABERMEJA VIRTUAL. Puede ser contactado en el correo electrónico: [email protected]