Por: Juan Manuel López C.
El tiempo y el espacio de los medios –y en consecuencia de la ‘opinión pública- parece concentrarse en el señalamiento y persecución de los corruptos, sin que parezcan tener importancia las causas de esa corrupción… como si ella fuera simplemente la naturaleza de los colombianos.
Lo que estamos es ante la enfermedad de una comunidad que no encuentra respuestas en el Estado, y ni lo respeta ni lo defiende; la de un pueblo llevado políticamente a entregarse a actores sin barreras legales o morales, dónde la pérdida de la institucionalidad se acompaña de la de la ética pública.
Eso sucede cuando no se combate la desigualdad, y unos gozan de privilegios mientras otros sufren por falta de oportunidades; cuando la justicia es inoperante; cuando el Estado es visto no como una ayuda para el ciudadano sino como su enemigo.
Se rechaza entonces a los políticos, y prosperan los antipolíticos. Se crea su equivalente en forma de anti partidos, agrupaciones que como ellos solo proclaman ser diferentes y sin los vicios de los partidos; y que presentan lo que no es sino un antiprograma, al ofrecer combatir la corrupción -como si esto no fuera obligación de cualquier gobernante-, al tiempo que omiten la presentación de verdaderas propuestas, con su explicación y sustentación.
Sin desconocer la mejoría que se siente con la actitud del nuevo gobierno y la conveniencia de castigar a los culpables de los delitos, en algo de lo anterior encaja el Dr. Santos. En su presentación sobre la corrupción en la DIAN mencionó que no debía la ciudadanía asustarse ante los escándalos que aparecen porque es el caso del enfermo que se está curando. Pero podemos estar ante una estrategia políticomediática en la que la ‘guerra a la corrupción’ cumple el mismo papel que tuvo la ‘guerra al terrorismo’ bajo Uribe. Por un lado se sobredimensiona, condicionando a la población para que la vea como el gran mal, y con ello se captura el respaldo popular; por otro se distrae de cualquier otro debate, tanto sobre propuestas como sobre resultados.
La fiebre es un síntoma, no es la enfermedad; se equivoca el Dr. Santos al hablar de ‘focos de corrupción’ refiriéndose a quienes se asocian para cometer los delitos. Los ‘focos de corrupción’ son las malas orientaciones del Estado y/o las malas medidas para cumplirlas.
Hubo falsos positivos porque respondían al talante de la ‘seguridad democrática’; los recobros del Fosyga eran parte de un modelo, como lo era lo vago de hasta dónde se podían hacer; el AIS fue para subsidiar a quienes pudieran competir bajo el TLC, sin tomar medidas para que no se dieran abusos; el derecho a la devolución del IVA era un privilegio que ofrecía la tentación de intentar aprovecharse de él.
Mal hacemos en limitarnos a buscar culpables sin responsabilizar y en consecuencia desechar las políticas o las medidas propician el daño.
Bajo Santos no ha cambiado el modelo económico; por el contrario, con la ‘sostenibilidad fiscal’ se definió la prelación del mundo económico sobre los problemas sociales, y con el TLC se entrega ese manejo al mercado, y más concretamente al que manejan las trasnacionales.
Y el modelo político también se refuerza, con énfasis en la represión (más cárceles, mayores penas, nuevos delitos, estatuto anti corrupción) y estancamiento de lo social (continuidad del sistema de salud, privatización de la educación).