Por: Juan Manuel López C
Ni encuestas ni debates televisivos dicen lo que vale un candidato como prospecto de presidente. Lo que sí hacen es orientar o desorientar al elector para que no atienda la verdadera decisión que le corresponde tomar.
El último y posiblemente mejor ejemplo es la deformación sobre lo que se ha dado en denominar el ‘voto útil’, como un llamado a no votar por lo que más se acerque a las convicciones del votante sino por una de las dos candidaturas que ya seguramente pasarán a segunda vuelta.
Voto útil en estas condiciones es exactamente lo contrario: votar por Mockus o Santos no definirá nada en esta instancia. Pero expresar lo que a cada cual le gustaría como alternativa a ese dilema sí ayudaría a incentivar las coaliciones en la segunda vuelta.
En la elección presidencial actual la referencia no son las propuestas o las capacidades de quienes tienen opción real de ser elegidos. Se trata es de escoger entre la continuidad del modelo Uribe (representado en Santos) y la de ‘algo diferente a lo de siempre’ (encarnado por Mockus).
Alrededor de Santos, por lo conocida, lo vivida, y lo cerrada la opción no es muy abierta a alternativas.
La de Mockus por el contrario, por lo sorprendente, lo enigmática y lo oportuna amerita estudiarla y comentarla.
Por no poder decirlo mejor que Rudolph Hommes, lo cito: “Entre los millones de personas que han impulsado la ola verde hay muchos que no han captado que a Mockus lo recogieron para que dirija la parada porque estaba ahí cuando comenzó el desfile, pero él no lo organizó ni lo inventó, sino que fue una reacción colectiva a un cúmulo de cosas y de eventos que movieron a la opinión pública a reaccionar y a aspirar a algo mejor.”
Pero en cuanto a políticas Mockus mismo se ha definido: “Yo soy conservador” y ha concretado: si a las privatizaciones, sí a las bases americanas, si a la no negociación del conflicto y las violencias, sí al TLC.
Por eso donde radica la diferencia con Santos es en que mientras una propuesta se basa en el pragmatismo la otra considera que lo esencial son los valores; de donde las mencionadas similitudes –o igualmente la diferencia en la prioridad que los verdes dan a la educación y al empleo- no es lo más determinante.
El punto concreto que con el voto se define no son los programas, ni la orientación de las políticas públicas, ni el modelo económico, sino los medios que se pueden o deben utilizar para implementarlos. Es por o contra el ‘todo se vale’ que se alinean unos de un lado y otros del otro.
Por eso la interpretación que se puede dar, o la motivación que debe tener el voto por los partidos de los otros candidatos.
A Noemí como candidata del Partido Conservador la acompañaran quienes le son fieles (ya sea como independiente, Uribista, conservadora, o lo que pueda ser en otra ocasión), y el sector menos doctrinario y más pragmático del Conservatismo (léase el Pastranismo), relativamente indiferentes tanto a las propuestas como a los medios, pero con una expectativa de cuota de poder gane quien gane.
El PIN como ya lo dijo su presidente, es incondicional del que sea más continuista (o sea de Santos). Respaldan medio y objetivos.
Quien acompañe a Vargas Lleras más que defender la posición de un partido estaría buscando que Santos le dé peso a ese sector (ya que solo se desvió del Uribismo por querer que él –V. Ll.- lo sucediera).
El partido amarillo dejó de ser partido ya que Petro -con capacidades y habilidades que nadie le niega- se promovió por encima de sus antes copartidarios, creando aceptación por su persona pero acabando con el naciente polo, al valorar más los votos que le darían a él la aproximación a otras fuerzas que la posición doctrinaria del Partido.
Al Partido Liberal a su turno lo acabó el Gavirismo (o a la aberración que llaman ‘liberalismo de derecha’) encontrándose quienes se declaran sus simpatizantes en la encrucijada del alma de querer un candidato que represente sus ideales pero no pudiendo entender que Santos o Vargas Lleras pretendan aspirar a esa representación, o no comprender porque Petro le quita a Pardo las banderas que siempre han sido tradición de la colectividad.
En base a la prioridad absoluta que dan a la educación y al empleo los principios doctrinarios en los estatutos del Partido Liberal y su coincidencia con las convicciones del candidato verde, el ala socialdemócrata del liberalismo (no el gavirismo) debe acompañarlo; así una declaración de compromisos entre ambos garantizaría el triunfo de una opción alterna al continuismo de lo que hoy se cuestiona (guerrerismo, corrupción, violación de derechos humanos, malas relaciones internacionales).