Por: Horacio Serpa Uribe
Cada día que pasa el país se entera de más hechos que revelan la enorme decadencia y corrupción que ha corroído al DAS en los últimos años. Por sus actuaciones ilegales y abusivas es hoy una amenaza para la democracia y los ciudadanos y su cierre es un imperativo ético. Una urgencia nacional.
El DAS es la policía política de Colombia y responde directamente a la Casa de Nariño. No es una institución que pueda considerarse una rueda suelta, en donde el director de turno tome decisiones al libre albedrio.
El DAS comenzó su desplome el día en que paramilitares y narcotraficantes lograron infiltrarlo y convertirlo en su principal aliado en su lucha contra el Estado, carteles de droga enemigos, la oposición política y las Organizaciones No Gubernamentales. En las sesiones de justicia y paz se ha escuchado hablar de que esa entidad se convirtió en el aliado de los hermanos Castaño Gil contra Pablo Escobar. En sus memorias, Jorge 40, también lo afirma.
La historia revelará algún día qué tanto intervino esa institución en los magnicidios que aún nos duelen a los colombianos, como el asesinato de Luis Carlos Galán, José Antequera, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, y el atentado al ex presidente Ernesto Samper. Y los asesinatos de cientos de líderes de oposición, defensores de derechos, desplazados, académicos.
Los últimos episodios son los más dramáticos. El escándalo de las chuzadas son la etapa final de una institución decadente que convirtió las salas de grabación, en laboratorios para fisgonear la vida de los magistrados, periodistas, dirigentes políticos, directores de ONG. Una verdadera vergüenza. Un tinglado de corrupción y desprecio por los derechos humanos y la democracia orquestado y dirigido por la élite de la entidad.
La valerosa acción de la Fiscalía General de la República y de los medios de comunicación ha permitido conocer el grado de penetración de las mafias y de los enemigos de la democracia. Cada documento que aparece genera más sospechas y produce más rabia.
El manual para desprestigiar a los candidatos presidenciales en la contienda de 2006 no se le hubiera ocurrido a Goebbels. Pero se aplicó con rigurosidad. A mí se me trató de ligar con el ELN. El seguimiento de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional es, igualmente, un escándalo que sigue creciendo en plena campaña electoral. Ojalá llegué hasta los verdaderos instigadores y autores intelectuales.
Todo cuanto ocurre en el DAS repugna. Y duele. Es una afrenta que la entidad encargada de garantizar los derechos de los colombianos se haya convertido, por culpa de gente inescrupulosa y ruin, al servicio de oscuros intereses, en una copia de la Stasi alemana o la Dina chilena.
Colombia aún no conoce el capítulo final de este atentado contra la democracia. Apoyamos a la Justicia en su labor de identificar y castigar a los culpables. El país reclama la verdad de lo acontecido.