Justo cuando los opositores a las reformas sociales encabezados por la senadora Angélica Lozano, se preparan para presentar los recortes a la reforma laboral, la atención pública se desvía por completo debido a un escándalo mediático.
La revista Cambio y el periodista Daniel Coronell publican un audio que compromete al congresista David Racero por su maltrato a empleados en sus empresas privadas.
Aunque lo revelado en el audio es éticamente reprochable, es importante señalar que este tipo de prácticas laborales son tristemente comunes en el sector y, precisamente, son las que la reforma laboral buscaba regular.
La ironía es evidente
El escándalo estalla justo cuando se intenta avanzar con una versión recortada de la reforma, despojada de su esencia transformadora por parte de los sectores más conservadores y neo-liberales del Congreso —muchos de ellos aliados políticos y mediáticos de quienes hoy amplifican el caso Racero.
Así, lo que debería ser el debate central —el contenido y los efectos de una reforma laboral mutilada— queda relegado a un segundo plano frente a un escándalo personal que, sin duda, es grave, pero no más estructural ni urgente que la precariedad laboral que afecta a millones de trabajadores colombianos.
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Ya le llegara el tiempo a David Racero de dar las explicaciones y recibir – de ser necesario – la reprimenda política por su aparente mal proceder, pero ahora no podemos desviar la atención de sobre la reforma laboral.
Resulta preocupante que el foco mediático se centre más en atacar al congresista que en denunciar cómo se desvirtuó una reforma que buscaba mejorar las condiciones laborales en Colombia.
Esta maniobra parece cuidadosamente orquestada para desacreditar al gobierno y evitar un debate profundo sobre la necesidad de una transformación laboral real.
La estrategia es clara: escándalo personal primero, recorte legislativo después. Mientras tanto, la clase trabajadora paga el precio del espectáculo.
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