Lo que sucede en Colombia con la prensa tradicional opositora del gobierno de Gustavo Petro es un panorama de intensa polarización política y mediática, donde la narrativa sobre el gobierno actual y su antecesor se ve moldeada por agendas políticas y medios de comunicación que a menudo están lejos de ser imparciales.
La forma en que se maneja la información y se presenta al público puede influir poderosamente en la percepción pública y en la estabilidad política del país.
La severidad con la que se ataca, vigila, cuestiona, investiga e incluso se distorsiona al gobierno actual refleja una dinámica de confrontación constante.
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Esta situación puede tener consecuencias profundas, ya que la confianza pública en las instituciones y en los medios de comunicación se ve erosionada cuando los ciudadanos perciben que la información no es objetiva, sino sesgada por intereses políticos o económicos.
El fenómeno de equiparar al gobierno actual con el anterior como corrupto, mientras se baña al antecesor con un velo de impunidad e indiferencia, muestra cómo la percepción pública puede ser manipulada.
Mientras atacan sin piedad a Petro ocultan y esconden la corrupción del gobierno de Ivan Duque
Cuando la prensa se convierte en cómplice, miente o encubre la corrupción de un gobierno como el de Duque, se producen efectos profundos y perjudiciales para la sociedad y la democracia.
La confianza pública en los medios de comunicación se ve erosionada, ya que pierden su credibilidad como fuentes de información imparcial y objetiva. Esto puede llevar a una polarización aún, donde los ciudadanos comienzan a desconfiar de cualquier fuente de noticias y se aferran a narrativas extremas o sesgadas.
Además, la corrupción que queda sin revelar o que se encubre puede prosperar en un entorno de impunidad, debilitando las instituciones democráticas y socavando el estado de derecho.
Los más corruptos ahora se muestran como salvadores
Líderes corruptos de los partidos Cambio Radical y Centro Democratico están aprovechando la falta de escrutinio para volver al poder y perpetuar prácticas corruptas, lo que socava los principios democráticos fundamentales de transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana informada.
La corrupción no controlada que hubo durante el gobierno Duque tuvo efectos devastadores, desviando recursos públicos hacia intereses privados y proyectos poco éticos en contra del bienestar general y el desarrollo sostenible. Esto es la mayor causa de pobreza y desigualdad, que afecta negativamente a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Esto no solo terminó afectando el desarrollo del gobierno actual de Gustavo Petro, sino que también distorsiona la memoria histórica y puede perpetuar ciclos de desconfianza y división.
El papel del periodismo tradicional, que históricamente ha sido un pilar de la democracia al proporcionar información verificada y contextualizada, se ve comprometido cuando se convierte en un vehículo para agendas partidistas o intereses corporativos.
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Cuando los medios tradicionales son percibidos como corruptos o cómplices, pierden su capacidad de actuar como guardianes del interés público y se convierten en un mal tan nocivo, corrupto y criminal peor que cualquier otro tipo de violencia en Colombia.
Es crucial para la salud democrática que los medios de comunicación mantengan altos estándares éticos y profesionales, asegurando la transparencia y la rendición de cuentas tanto en el gobierno como en ellos mismos.
El exceso de severidad y la falta de equilibrio en la cobertura pueden llevar a una espiral de desinformación y desconfianza que debilita el tejido social y político de una nación.
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La severidad con la que los medios tradicionales critican al gobierno actual y se distorsiona la imagen corrupta y criminal del pasado refleja un clima de confrontación política y mediática que puede ser perjudicial para la estabilidad y la cohesión social.
Es fundamental promover un debate informado y respetuoso, donde la verdad y la objetividad prevalezcan sobre las agendas partidistas y los intereses económicos.
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